Desde tribuna

José Joaquín León

El virus del atontamiento

ESTE Cádiz ha regresado del parón navideño como se fue: con el virus del atontamiento. Ya padeció este mal la pasada temporada en Segunda A y no hace falta recordar lo que pasó. Pero en los dos últimos partidos, en La Línea ante la Balona, y ayer en Carranza ante el Guadalajara, hemos vuelto a las andadas del pasado con todas sus consecuencias. Ves el partido y los nuestros parecen tontos, y los rivales mucho más listos. Sólo por eso han regalado 5 puntos en dos jornadas, los mismos que ha recortado el Poli Ejido, que estaba a 10 de diferencia, y ahora se encuentra a 5 de un equipo que parecía inalcanzable.

En La Línea dejaron escapar la victoria en la prolongación ante un rival con 10 jugadores. Ayer el Guadalajara también terminó con 10, sin que se notara. Antes el Cádiz había encajado dos goles estúpidos, por inoperancia manifiesta de la defensa. El primero llegó pronto, en el minuto 4, en una jugada en la que la defensa del Cádiz tuvo hasta tres oportunidades claras para despejar el balón. Con este gol absurdo ya se puso el partido cuesta arriba, dándole moral y alas a un rival que se limitó a correr más que el Cádiz para tenerlo a raya. La falta de ideas de los amarillos hizo que sólo se pudiera empatar en un córner hábilmente cabeceado por Toedtli. Pero en la segunda parte, cuando más complicado estaba el partido, después de un par de avisos de los visitantes, volvió a marcar Álex en otro fallo garrafal de la defensa, en este caso del reaparecido De la Cuesta, que estuvo ayer nefasto, quizá acusando la inactividad, como también la notó Raúl López, aunque menos. Junto a estos dos, que volvían, estuvieron Dani Fragoso, no menos nefasto que su compañero en el centro, y David García como improvisado lateral derecho, posición en la que jugó aún peor que en la banda izquierda.

La defensa del Cádiz estuvo fatal. Pero la culpa del bajón que ha tenido este equipo no es sólo de ellos. La principal diferencia entre este Cádiz penoso y el que se encumbró al liderato con suficiencia está en el centro del campo. Carlos Caballero sufre un bajón preocupante. Fran Cortés, que entró como revulsivo, sigue como promesa, sin terminar de despuntar. Y la pareja que forman Fleurquin y Víctor Ormazábal, que en sus días mejores destruían y construían, ya no hacen ni lo uno ni lo otro. Fallan infinidad de pases y no frenan los contragolpes rivales. Así cualquier equipo, como este Guadalajara, o antes el Marbella, llegan con claridad y velocidad para dejar en evidencia a los defensas amarillos.

¿Dónde está la presión de los primeros partidos? El equipo ya no corre como antes y esa es otra de las diferencias. No hay finura y se ha perdido la alegría. Delante, con Enrique irregular, pero no tan mal como para ser cambiado, y Juanma casi desaparecido, sólo nos queda el oportunismo rematador de Toedtli, al que apenas le llegan balones en condiciones. Para colmo el terreno de juego estaba fatal, aunque para los dos equipos.

Así, con el virus del atontamiento en lo alto, el Cádiz se ha convertido en una sombra de sí mismo. Tiene guasa que el Guadalajara, sí el Guadalajara, ganara ayer en el estadio Carranza con plena justicia. Simplemente porque fue un equipo más listo.

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