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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El virus en el Parlamento

Aizpurua aprovechó el atril para insultar al Ejército en unos momentos en que son miles los uniformados infectados

La democracia española es grande, enorme, desmesurada. Sólo así se comprende que dé voz en su Parlamento a una señora de dudosa reputación (política, nos referimos) como Mertxe Aizpurua, una política y periodista que fue condenada por la Audiencia Nacional por su apoyo al terrorismo gudari. La diputada de Bildu aprovechó el debate sobre la ampliación del estado de alarma para cometer dos tropelías que la retratan como persona: la primera fue un abrazo de cinismo envenenado al "pueblo de Madrid", el mismo que sufrió durante décadas las carnicerías provocadas por sus amigos de ETA; la segunda, el insulto a las Fuerzas Armadas en unos momentos en los que está haciendo esfuerzos descomunales en la lucha contra el coronavirus. Ya hay miles de miembros de la Policía, la Guardia Civil y los tres ejércitos infectados (algunas fuentes dicen que 9.000), pero Aizpurua se permite el lujo de insultarlos impunemente en la sede de la soberanía nacional. Como decíamos: grande, enorme, desmesurada.

Al lado de Mertxe Aizpurua, la portavoz de la CUP, Mireia Vehí, resultó hasta simpática y enternecedora, con ese discurso de ratón de biblioteca parafraseando al gurú de la nueva izquierda universitaria, Slavoj Zizek, "el príncipe payaso de la revolución", como lo definió con su pluma-florete sir Roger Scruton. Después se embaló, citó "al gran Fidel Castro" (así, sin anestesia) y dijo algo así como "socialismo o barbarie", pero no lo recordamos bien, porque el vino de la cena ya ponía su peso de plomo en los párpados. En resumen, Vehí se hizo un lío y dejó entrever que el decreto de alarma es una medida de terror capitalista (eso es muy Zizek) y luego, para nuestra sorpresa, pidió el "confinamiento absoluto" de todos y todas. Aclárese, doña Mireia, que nos confunde aún más.

Al lado de estos dos piquitos de oro, el resto resultó insulso. Rufián volvió a mostrar su nuevo rostro de cursi doliente; Casado fue a lo suyo (aunque esta vez se empleó); Echenique presumió de científico y nos habló de unas curvas inquietantes que contradicen al Gobierno (a su Gobierno); Abascal recurrió a la xenofobia más ingenua; al segundo espada del PNV no se le entendió muy bien… Finalmente, Pedro Sánchez consiguió lo que quería y era deseable, una prórroga del estado de alarma, pero a todos nos quedó la desagradable sensación de que esto va a durar mucho más. Al día siguiente nos golpeó un nuevo titular: los test rápidos comprados a una empresa china son un timo. Miramos por la ventana y respiramos hondo. Quizás ha llegado el momento de hacer aerobic.

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