EL ALAMBIQUE

Enrique / Alcina

Cuatro vientos

DESPOJAR a una familia, de malas a primeras, a estas alturas de película, de vivienda y trabajo de una tacada constituye un crimen de dignidad. La familia Díaz, concesionaria del bar Cuatro Vientos, mucho más que un bar a la orilla de la Puntilla, ha reunido 10.000 firmas contra el desahucio de las legendarias instalaciones. Con 10.000 votos, ojo al paralelismo, en El Puerto sale uno investido alcalde, así que la fuerza de 10.000 firmas tendría que bastar para alzarse con la razón con más veras. Tantos años de futbolín, tantos años de charlas a medianoche, no se sabe cuánto tiempo habría de pasar para que el pedazo de tierra que mira a la Bahía olvidase la confluencia de vientos benignos que José Díaz y su familia crearon a la vera de la playa, un microclima especial, donde gente de toda edad y condición ha pelado la pava, jugado al porvenir incierto o almorzado en grata compañía alguna vez. Con musiquita celestial de fondo, bajo la atenta mirada de Pepe y cía, rodeados de amigos desconocidos, cuidando cada detalle. Cuatro Vientos, vida en movimiento. No al desahucio. ¿Un hotel? Las autoridades portuaria y terrenal no han caído en la cuenta de que hay un hotel fantasma pidiendo socorro en plena carretera, dos años lleva implorando una solución, con sus trabajadores en el limbo y una historia detrás. Caballo Blanco, símbolo de la desidia, la ambición y el signo de los tiempos. Cuatro Vientos, ejemplo de tesón y cariño. Cara y cruz del urbanismo feroz. Mejor no mentar los enésimos planes inmobiliarios del emporio fantasma por antonomasia: Puerto Churri. Por el Caballo Blanco desfilaron artistas, reyes, futbolistas, famosillos. Por los Cuatro Vientos, más personas que personajes. Los trabajadores del hotel y los propietarios morales del bar merecen una alegría en estos tiempos de presunta incertidumbre. Una cosa buena ha descubierto la simpática crisis con que nos atemorizan: ha sacado a la superficie a los seres humanos, ha puesto cara al desbarajuste, ha limpiado alguna conciencia, ha puesto en guardia al personal y desenmascarado a los mequetrefes del parné fácil. Un poquito de humanidad, por favor.

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