Desde mi cierro

Pedro G. / Tuero

Hasta el viento

No sé si mi conocido lector sabe que la inmediata Feria de San Antonio chiclanera, que se inicia a mediados de esta semana, está dedicada a San Fernando. Este importante y distinguido detalle del Gobierno municipal de nuestra entrañable ciudad vecina es digno de agradecer por todo isleño de bien o de lo que sea. Un gesto que, además de ser elegante y cariñoso para La Isla, tiene para este opinador un significado especialísimo por lo que representa. No nos cabe la menor duda de que la de Chiclana siempre ha sido una feria muy visitada y disfrutada por tantos isleños de toda la vida. Vinculada en su origen a una antigua feria ganadera y manteniendo aún ese primer carácter, hoy es una gran fiesta y en avance constante, mejorando anualmente su actual ubicación y representando de una manera muy significativa a nuestra Bahía de Cádiz.

Fue interesante la entrevista sostenida por ambos alcaldes, cuando el isleño visitó al chiclanero para agradecer tal designación. Piropos los hubo por ambas partes y por supuesto fueron halagos mutuos razonables y de verdad. Así, el regidor isleño llegó a decir que Chiclana y San Fernando son dos ciudades cuyas poblaciones mantienen una relación muy estrecha, ya por trabajo o por segunda vivienda -o primera, digo yo-, y que ambas ciudades comparten un futuro que las liga en un avance prometedor. Palabras adecuadas y justas las del Alcalde Loaiza que demuestran una vez más que la excelente vecindad y reciprocidad que ha habido siempre entre estas dos entrañables ciudades aún, cada vez más, se van consolidando. Además de ir rompiendo muchos desagradables tópicos habidos entre ellas en antiguas generaciones.

Cecilia Böhl de Faber, vecina de Chiclana durante algún tiempo, gran novelista del XIX -un siglo de lujo para esta Chiclana de hoy-, una inteligente mujer escondida tras el pseudónimo masculino de Fernán Caballero, nos describía en su obra No transige la conciencia (1850), con unas bellísimas palabras, su salida desde Cádiz hasta Chiclana: "… pasada la ciudad de San Fernando, gallarda y digna vecina de Cádiz, que ostenta su Calle Larga parecida a un estrado, y sus casas brillantes y sólidas como si fuesen de plata maciza, y atravesando el puente Zuazo, tan antiguo que se atribuye su construcción primitiva a los fenicios, el camino se divide en dos: el de la izquierda sigue costeando la bahía, y el de la derecha se dirige a Chiclana. Se entra en este precioso pueblo por una arboleda de álamos blancos, que toman asiento entre verdes huertas, a la manera de nobles ancianos encanecidos, estimulando con su susurro a las plantas pequeñas y tiernas a crecer y fortalecerse, para resistir como ellos a los vendavales. El pueblo es grande, y el río Liro lo divide en dos mitades como un cuchillo de plata." Dos íntimas ciudades, por tanto, unidas por la historia y la literatura.

Y hace unos años (julio de 2008) en este querido Diario, en un artículo titulado La Bodeguita, este que opina, ya escribía que en ese agradable lugar de la avenida La Libertad chiclanera, hasta el viento de La Isla era bien recibido. Por lo cual, mi agradecido lector, hoy me reafirmo y añado que no sólo hasta el viento de poniente que sopla en la vecina ciudad ya ni molesta, sino que hasta resulta agradable y bienvenido. Gracias, Chiclana.

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