Fui, vi y me fui

Convocar cualquier referéndum se está convirtiendo en una forma de irse silbando.

Qué elegante es irse, pero hay que tener adónde. Perder bien tampoco es fácil, aunque lo que se pierde en hedonismo, se gana en estoicismo, y puede quedar igual de digno. Estos días hemos tenido los dos casos: el flamante ganador del mundial de Fórmula 1, Nico Rosberg, y el flameado perdedor de su referéndum, Mateo Renzi.

Lo de Rosberg, a los cinco días de ganar el campeonato, ha sorprendido a todos. Habiendo conseguido el objetivo de su vida, no tenía sentido seguir corriendo. Menos aún, siendo millonario por su casa. Entrar en bucle, ni de victorias. Él se ha explicado muy bien: "Este año he dado lo mejor de mí, he tirado como un loco en todos los aspectos y he cumplido un sueño que tenía desde los seis años de edad. Lo he conseguido y por eso estoy muy feliz, pero a la vez, también ha sido muy, muy duro". Si fuese español y conociese el refranero, lo podría haber dicho todavía mejor: "Pescador que pesca un pez/ pescador es", pues él ya es campeón del mundo para siempre. Ganar más, produce, incluso, un leve efecto inflacionario, como pasa con el 12+1 de Nieto o la bolsa de balones de oro de Messi. Y aboca a un final decadente. El gesto de Rosberg me ha recordado el mejor de García Márquez, que, cuando ganó el Nobel, hizo pública su renuncia a cualquier otro premio. Ya no tenían sentido.

Sin vencer, variando la famosa frase de Julio César a "Fui, vi y me fui", se va Mateo Renzi. Con todo, también son nobles sus palabras de renuncia: "Yo quería reducir el número de los sillones y el sillón que ha saltado es el mío. […] He perdido, y aunque en la política italiana no pierde nunca nadie, quiero repetirlo en voz alta. Yo he perdido. Soy distinto y lo digo con un nudo en la garganta. Creo en la democracia. Y cuando uno pierde no se va a dormir silbando como si nada". Ese silbido es un guiño. A Cameron, que también silbó cuando se disparó un referéndum en un pie y que ha dejado igualmente a su país con una buena cojera. Convocar cualquier referéndum se está convirtiendo en una forma de irse silbando.

La Fórmula 1 y la política actual coinciden en la vertiginosa velocidad. No es lo mismo irse que ser echado, pero todo pasa visto y no visto. Nosotros nos quedamos, pasmados, boquiabiertos, sin ganar lo bastante ni perder lo suficiente como para irnos de un modo u otro. Lo nuestro es quedarnos, que no es tan elegante, ni tan hedónico ni tan estoico, pero tiene su épica.

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