Han tenido que ser sus vecinos los que le lean la cartilla y le abran los ojos al alcalde de Cádiz. Hartos de las broncas diarias de las personas sin hogar en los alrededores de la plaza Macías Rete, fueron a protestar muy cerquita de la puerta de su casa. El propio Kichi bajó a escuchar lo que ya sabía: no sólo son las peleas, los vecinos le recordaron los problemas de suciedad, ya que hacen sus necesidades allí mismo, y las molestias de ruido charlando y cantando toda la noche. Como bien sabe José María González, este no es el único foco de problemas en La Viña. En la escalera que comunica Capuchinos con la calle Doctores Meléndez también duermen los sin techo y ya han originado tres incendios, uno de ellos sofocado por los propios vecinos. La zona ya fue desalojada hace años, pero volvieron los problemas, como sucede con las bóvedas de Puerta Tierra. Menos mal que ha sido el Ayuntamiento del presunto cambio el que va a cerrar la zona con rejas para impedir que acampen. La llega a acotar la derecha y hubiesen tachado de fascistas hasta al conserje de San Juan de Dios. Pero como ahora es Kichi el que ordena de su puño y letra a su Policía que intensifique la vigilancia para mantener a raya a las personas más vulnerables, no pasa nada. No hablamos de una calle puntual. El alcalde, tras años de permisividad mirando hacia otro lado, ha detallado hasta el horario en el que hay que aumentar la presión para evitar altercados y los problemas de higiene y salubridad en zonas como plaza de las Flores y de Candelaria, los alrededores del albergue de La Viña, junto al hogar Fermín Salvochea y los comedores sociales. Claro que el gobierno de Adelante Cádiz, el mismo que invitó a instalarse en la ciudad a todos aquellos sin techo que no tuviesen el amparo de nadie, no expulsa a estas personas, porque la calle es de todos y si ellos pudieran les llevarían un caldito todas las noches: ellos les informan de los estupendos albergues y les invitan a desalojar por favor, despacito y a compás, con alegría.

Al final va a necesitar el alcalde de la ayuda de los policías locales para hacer lo correcto y salir de más de un apuro. Esto no significa que haya que ceder a chantaje alguno o que los excesos con las protestas salgan gratis a los agentes. Pero los gobernantes están para resolver problemas, no para dejar que se pudran tratando de sacar tajada mientras las calles (y las playas) se quedan sin orden ni concierto en mitad de una pandemia. Basta una vuelta por Santa María para comprobarlo. Ni es la primera vez ni será la última que los policías locales pidan un aumento tensionando el ambiente a las bravas y esto es inaceptable. Lo que ha de demostrar Kichi, si cree que no lo merecen, es que puede arreglarlo sin que el conflicto se haga eterno. Se llama negociar, sentarse y no levantarse hasta llegar a un acuerdo. Esto tan elemental es algo que el sol no te deja ver cuando te dejas deslumbrar por el éxito y los pelotas. De poco sirve decir de cara a los tendidos que prefieres a un pescadero que se busca la vida en la esquina que a un policía. Un buen día vendrá tu vecino de la pescadería de la esquina a reprochártelo. La Ley ha de ser igual para todos, también en la calle Compañía. Y si no lo entiende el jefe de la Policía, que no es otro que Kichi, la cosa acaba con tus vecinos poniéndote firme y ahí ni el megáfono te salva.

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