Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

Lo urgente y lo importante

Sacar los restos de Franco es un asunto de dignidad democrática. No es lo más importante, pero es importante

Uno de los argumentos recurrentes de quienes están en contra de la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos es que hay cosas más importantes. Este argumento suele esconder la razón de fondo de quienes lo sostienen: que apoyan la labor que hizo Franco y quieren que tenga su tumba en un monumento nacional. Como nadie, salvo un grupo de exmilitares descerebrados, se atreve a decir con claridad que son franquistas, se han inventado lo de que no es urgente, que hay cosas más importantes, lo que no deja de ser cierto pero no invalida la medida. Es mucho más importante el desempleo, la educación, la dependencia, las pensiones, la sanidad, las infraestructuras, el desafío independentista en Cataluña, la violencia sobre las mujeres, o la crisis migratoria. Diría más: es mucho más importante aún la hambruna en el Cuerno de África, la crisis humanitaria en Sudán del Sur, el éxodo Venezolano, el calentamiento global, la situación en Oriente Próximo o la deforestación del Amazonas . La administración es muy grande lo que permite que nos se dediquen a una cosa y otros a otra. Sacar los restos de Franco del Valle de los Caídos es un asunto de dignidad democrática. No es lo más importante, pero es importante. De la misma forma que está bien quitar nombres y símbolos franquistas de las calles pero con cuidado de no arrojar el bebé junto con el agua sucia: no retirar el busto de la escritora gaditana Mercedes Fórmica ni quitarle a un teatro el nombre del escritor gaditano José María Pemán.

Esta diferencia entre lo urgente y lo importante la aprendió hace tres años María Romay cuando dijo en una asamblea de su partido que lo importante era que comieran los niños y el resto , temas chungos. Al final se apuntaron 100 niños al programa de seguridad alimentaria de verano y no los miles que ellos habían pronosticado Romay terminó dedicada a ver quién tira un cubo de agua a las agrupaciones callejeras o a contarle a tres rusos despistados lo gracioso que es el carnaval. No quita que sea importante resolver la relación puerto-ciudad y dedicar suelos vacantes a actividades de futuro, buscar fórmulas para erradicar la infravivienda o el chabolismo industrial de la Zona Franca, mejorar la movilidad y el patrimonio de la ciudad. Da tiempo, a la vez, para cambiar alguna calle de nombre e incluso debatir la puntuación del próximo concurso de agrupaciones. Como cantaba Javier Krahe: no todo va a ser follar, habrá que poner la lavadora.

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