En román paladino

RAFAEL / ROMÁN

De ultrajes va la cosa

EL presidente de la Republica Francesa ha calificado como "un ultraje a la República" el reconocimiento del exministro de Presupuestos, Jerome Cahuzac de que tenía una cuenta en Suiza, después de haberlo negado por activa y por pasiva ante el parlamento y el propio presidente. En todas partes cuecen habas, porque los dos últimos presidentes franceses -Chirac y Sarkozy- han tenido que vérselas con los tribunales. ¿Diferencias? El máximo representante de Francia descalifica y denuncia al culpable, hasta la irritación, con su nombre y apellido. Aquí los protagonistas de los males de la patria, como llamó Lucas Mallada a los que sufría España cuando perdió Cuba en el 98, -ahora son los corruptos- son innombrables para nuestro presidente. Actúa como los niños cuando se tapan los ojos para hacer que las cosas desaparezcan. Pero ahí siguen. ¡Ojo! Que Mallada hablaba no sólo de los males de la patria sino de la futura revolución española. Que venga pronto.

Conmoción tras conmoción resultan más funestos los informativos que la crisis. Cuando no da el disgusto Bárcenas, lo da Guerrero, los narcos gallegos y si no Undargarín. Pero el procesamiento de la infanta Cristina abre un tiempo nuevo en la democracia española. Ni hay dos papas en Roma desde hace siglos, ni se conoce un miembro de la Casa Real imputado desde no se sabe cuándo. Es el signo de los tiempos. Los de la zozobra de la falta de censura. Los tiempos de la estupefacción por esta sucesión de acontecimientos sorprendentes.

Vivimos en la vulgarización. La aristocracia está ausente, o mejor, en Suiza contando ya se imaginan qué. Se han democratizado los cruceros, los aeropuertos y ahora se van a democratizar los paseíllos hasta los juzgados, que habían avanzado mucho y que con la real incorporación llegarán al límite. El juez Castro ha aplicado con rotundidad a la investigación -al judicial modo- aquellos versos de Rojas Zorrilla: "Pero en tanto que mi cuello / esté en mis hombros robusto / no he de permitir me agravie / del Rey abajo, ninguno". Y la infanta ya puede ser llamada a declarar. ¿O no? Un signo de normalidad: el imperio de la ley. Pero sobre todo un signo del ultraje continuado y descarado a nuestra república (con minúsculas), la de las mujeres y hombres que todavía creen en los valores que sustentan una democracia decente.

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