Qué tropa

El confinamiento que decreta otro es un ataque a la libertad; si lo decreta "su político" es una maravilla

Protestamos muchísimo de los políticos. De hecho, rajar de ellos es el único comentario que gana una adhesión transversal, de solidaridad de clase entre gentes de todas las posturas. Yo no vengo a defenderlos, ni de broma, sino a decir que los que los votamos tampoco estamos para dar lecciones. "Unos ven los errores ajenos con lupa; yo, con espejo", dice un clarividente aforismo moral de Rivero Taravillo; y asomándonos al espejo, vemos reflejado e idéntico, ay, lo que tanto nos desagrada con la lupa. Ningún vicio de los políticos irrita más que su falta de palabra: que digan hoy blanco y mañana negro; pero sus seguidores hacen su honor a su nombre y les siguen en el vaivén de sus opiniones movedizas.

El confinamiento que decreta otro es un ataque a la libertad, mientras que si lo decreta el suyo es una maravilla de política sanitaria. Los votantes de Sánchez han seguido apoyándole con el mismo fervor cuando decía que no podría dormir con Podemos en el Gobierno y cuando pasó a dormir con Podemos. Los socialistas eran gente seria que jamás pactaría con Bildu, y han seguido siendo socialistas impertérritos después de pactar con Bildu. Podemos estuvo en contra de los aforamientos, los chalets y los sueldos que superasen el doble o el triple del SMI hasta que Pablo Iglesias se apuntó a todo y entonces los de Podemos están ya a favor. Para los votantes del PP, Cayetana era la caña hasta el instante de la defenestración, cuando se convirtió en una radical incontrolable. Hay precedentes en nuestra historia, como el referéndum de la OTAN de Felipe González, pero tengo la impresión de que el ritmo de los bandazos ha aumentado y se ha extendido.

Todavía si fuesen conversiones paulinas, caídas del caballo, tendrían un mérito, pero son tirones desde las riendas del poder. Y la metáfora hípica es ennoblecedora, porque más bien parecen hilos de guiñol.

En los políticos esa falta de palabra y de peso puede tener la excusa del interés: ¡se debe estar tan bien en el poder o en el parlamento o con un carguito…! Pero los afiliados, simpatizantes y votantes no ganan nada y, por eso, por nada de nada venden lo más valioso que tienen, que es su criterio libre. Las que parecían ser ideas propias no eran más que ideología subcontratada. Pienso que, pensemos cada uno lo que pensemos, si lo pensásemos de verdad, la vida política española (de abajo hacia arriba) se regeneraría. Piénsenlo.

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