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El triunfo del bien

Auschwitz-Birkenau es la representación del triunfo del bien. El mal absoluto había sido derrotado, completamente

Me ahogaba. Antes de completar la ruta por el interior de Dachau, me ahogaba. Alguien me señaló el lugar en donde habían construido un espacio de oración ecuménico. Me acerqué al lugar, me arrodillé y quise rezar una oración por tantas víctimas pero no me salía nada. Ni una palabra. Estaba estrangulado por la tristeza y la indignación, la rabia y el dolor que me llegaba de ese aire quieto bajo el sol de la tarde. Había llegado al campo de concentración, oculto tras de una arboleda, luego de circular por una carretera rodeada de maizales verdes y suaves ondulaciones. Baviera es una tierra bellísima llena de ciudades increíbles. Escondido en un lugar ignoto estaba Dachau, el campo de exterminio, de esclavitud, de dolor infinito.

Me dijeron: si Dachau te ha impresionado, ni te cuento cuando vayas a Auschwitz. Tenía razón aquella voz cuya cara no recuerdo. Auschwitz-Birkenau está en la helada Polonia y es la representación absoluta del horror nazi, la ideología criminal que señoreó Europa hasta que fue derrotada en 1945. Cuando entré en aquel lugar, por la famosa puerta por donde entraron todas las víctimas -Arbeit macht frei-, un mundo ordenado de edificaciones de oficinas, almacenes y barracones hacía que te perdieras por las calles de lo que sabías que había sido el horror frío, el alma gélida de Alemania. Los grupos de visitantes (llamarnos turistas sería injusto) nos cruzábamos en silencio, aguardábamos la salida de unos para entrar otros en lo conservado, los lugares de fusilamientos, los ganchos en donde ahorcaron, las cámaras de gas, los hornos crematorios…

El autobús nos esperaba para llevarnos al cercano Birkenau. Su extensión, su desolación, el frío de enero me caló los huesos, me sacudió hasta en lo más profundo. Miles y miles de seres humanos habían padecido en este páramo yermo y helado, habían sido explotados, esclavizados, humillados, deshumanizados y asesinados por una ideología totalitaria que no los consideró humanos y actuó en consecuencia. Venía en el grupo que yo integraba un médico humanista y culto. Dijo que la contemplación de lo visto en esta Polonia mártir lo convencía más si cabía en la inexistencia de un Dios de amor y justicia. Entonces vi una dimensión que no había alcanzado a ver en Dachau. Auschwitz-Birkenau era la representación del triunfo del bien. Había sido el mal absoluto pero el mal absoluto había sido derrotado, completamente. Los hornos crematorios estaban vacíos, los barracones igual, todo estaba parado en ese momento definitivo en que el mal fue vencido por el bien. Hace 75 años. El recuerdo de aquel lugar horrible no se ha borrado de mi memoria.

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