Los tranvías de San francisco

Todos los avances de nuestro tiempo pasan por la Bahía de San Francisco. No hay lugar en el mundo más abierto

Cuando el militar novohispano de ascendencia vasca Juan Bautista de Anza, llegó a aquellos parajes desconocidos al sur de la Bahía de lo que hoy es San Francisco, decidió denominar al poblado en honor de San José de Cupertino. Fue éste un fraile nacido en Nápoles que alcanzó notoriedad por sus dotes para la levitación. De hecho, es el patrón de los viajeros en avión y de los estudiantes en exámenes. El poblado conocido desde entonces como Cupertino, tiene un censo cercano a los 60.000 habitantes y en él se encuentran las sedes de Alphabet (Google), Netflix, Facebook, Apple Inc. e Intel entre otras compañías tecnológicas e informáticas. Es el epicentro del conocido Silicón Walley.

San Francisco fue a mediados del siglo XIX presa de la Fiebre de oro, cuando atraídos por la esperanza de encontrar el preciado metal, cientos de miles de inmigrantes convirtieron a un poblado en una ciudad maravillosa llena de niebla, cuestas tortuosas y un permanente ajetreo de ideas en busca de algo innovador. Durante los sesenta del siglo pasado, San Francisco fue el corazón de la contracultura, el ecologismo y la psicodelia. La ciudad fetiche del movimiento Hippie, que tanta buena música dejó y nada construyó, salvo el recuerdo imborrable de que hubo una vez que pareció que bastaban unas pocas flores en el pelo para solucionarlo todo. San Francisco y su área se convirtieron en el lugar al que ir si se deseaba buscar algo alternativo y en donde la vida fuera más fácil y simple. Fruto de aquel espíritu hecho ya auténtica marca de la ciudad y sus aledaños, el lugar descubierto por exploradores españoles ha conquistado el mundo. Todos los avances clave de nuestro tiempo pasan por la Bahía de San Francisco, porque no hay lugar en el mundo más abierto de mente que éste.

A los turistas les sorprenden el frío y la niebla que vuelven al sol transparente; los simulacros de terremotos ; que el Golden State Bridge se balancee al ritmo que silva el viento; y sospechan que Harry el Sucio puede aparecer en cualquier momento . Pero bastan unos minutos en la librería de City Light BookStore para comprobar que lo nuevo por llegar sigue estando allí. De ahí, que en esos días grises en que las cuestas nos parecen cordilleras infranqueables, convenga recordar que los tranvías de San Francisco ascienden por ellas todos los días, elevándose sobre rutinas y mediocridades, impulsados por la creencia colectiva de que algo diferente siempre es posible. Soñemos con ello y levitaremos.

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