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El teatro de la oposición

Tienen su responsabilidad. Ya se han resignado a aguantar cuatro años (que son 1.461 días) al ralentí

Mañana, martes y 13, festividad de San Antonio, se cumplen los dos años. Fue cuando se montó el espectáculo en la gaditana plaza de San Juan de Dios, después de que el concejal más veterano, Pepe Blas Fernández, y la más joven, María Romay, le entregasen el poder, el bastón de mando, la deuda legítima y todo lo demás a ese compañero al que antes llamaban Kichi y ahora José María González. Excepto fuera de Cádiz, donde todos lo siguen conociendo como nuestro Kichi, aquel comparsista que perdimos, aquel alcalde del cambio que ganamos.

¿Cambio? ¿Qué cambio? Si se denomina cambio a izar una bandera republicana de vez en cuando, sin abusar; o a remunicipalizar lo que todavía no se ha remunicipalizado, pues bueno. Vivimos en una ciudad que no está paralizada, como dicen los otros, sino que parece sufrir una huelga con servicios mínimos. Funciona todo lo necesario para cubrir esos servicios imprescindibles, para que no se estropee del todo la maquinaria. Pero no se invierte en nada nuevo.

Y es verdad que mejoró el pago a proveedores, y que miran los euros con lupa, por la falta de costumbre. Como es verdad que no han refinanciado la deuda, ni tienen proyectos. La culpa no es sólo de Podemos, porque los de Ganar Cádiz (que iban de listos para ayudar a los ingenuos), lo que han conseguido es nada: no poner en marcha ni medio kilómetro de carril bici; o hundir la cultura gaditana, ante la inhibición de los culturetas locales, que se hacen los locos.

¿Y la oposición a qué juega? Lo suyo se limita al teatro. Han sido incapaces de articular una alternativa. Tienen su cuota de responsabilidad. Quejas para nada. Protestas incoherentes. Ya se han resignado a aguantar cuatro años (que son 1.461 días) al ralentí. En el PP se van a pasar esos cuatro años pensando si presentan (o no) a Teófila Martínez en 2019. Saben que es su mejor candidata, pero también que sólo recuperarán el poder si obtienen una improbable mayoría absoluta, o los suficientes ediles para alcanzarla con el apoyo de Ciudadanos. Un partido que les puede restar votos (o no), según lo que presenten. Mientras que en el PSOE están como siempre: peleándose entre ellos, mayormente, sin entender que podrían conseguir la Alcaldía si son capaces de superar a Podemos en votos. Algo que, a día de hoy, no se creen ni ellos.

Así que hay una languidez, un tedio, una insulsez, un acarajotamiento del que sólo se despiertan con las trifulcas en los plenos. Así han pasado dos años, y faltan otros dos. La culpa es de todos, también del teatro.

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