La tribuna

eugenia Jiménez Gallego

No eres superdotado

ME parece que uno de los mensajes que más pueden desequilibrar a un adolescente talentoso es: "No, tú no eres superdotado". Me refiero a chicos/as con muy buenas capacidades, que estaban disfrutando del instituto y de sus brillantes calificaciones hasta que les realizaron unas pruebas y resultó que eran muy buenos/as, sí, pero no tanto como para ser considerados de "sobredotación intelectual".

Quizás no hemos reflexionado suficiente sobre este efecto colateral del afán de las administraciones educativas actuales por detectar alumnos/as con altas capacidades. Y no piensen que soy contraria a la identificación del alumnado que se encuentra intelectualmente muy por encima de sus compañeros y por ello se aburre con los contenidos de su nivel o le cuesta integrarse. Muy al contrario. He conocido estudiantes que incluso habiendo sido anticipados de curso aún necesitaban más estimulación. Una chica se dedicaba a leer poesía mientras corregían en la pizarra ejercicios que dominaba por demás, otro se negaba en redondo a realizar tareas rutinarias.

Pero hacerles pasar por test y por el brete de ser diagnosticados debería limitarse a los casos en los que hay necesidades educativas que no se están cubriendo y necesitan algún recurso especial. Es importante preparar a los docentes para que sepan identificar a este alumnado y así evaluar e intervenir si fuera necesario, pero sólo entonces. Como me explicó una madre que no dio su autorización para diagnosticar a su brillante hijo: "En el instituto está contento y en casa lo complementamos con lo que necesita: libros, exposiciones, viajes… Lo que no quiero es que empiece a marearse pensando si es o no superdotado, crearle un posible problema cuando no tiene ninguno".

Y aunque en algunos casos no tiene consecuencias importantes, en determinadas familias un resultado negativo es una grave decepción, porque no sólo el estudiante sino también sus padres se juegan mucho con el diagnóstico. Si se empeñan en evaluarlos una y otra vez hasta conseguir el resultado esperado, esos niños y niñas sufren en medio de una tremenda confusión. Y hay más efectos secundarios, por supuesto. Como que ese tiempo que los orientadores escolares dedican a evaluar a todos los alumnos talentosos que se proponen -aunque tengan sus necesidades educativas cubiertas- se les resta a los que muestran dificultades. Incluso consecuencias difíciles para los que sí tienen un diagnóstico positivo: las expectativas sobre ellos se suelen volver excesivamente exigentes, no se les permite un error. Y otros, aunque destaquen sólo en una aptitud concreta, empiezan a esgrimir un supuesto aburrimiento como excusa generalizada para no centrarse en los estudios.

Ojalá que los próximos legisladores sobre este tema lo hagan con la suficiente sensibilidad. Porque además estos jóvenes me piden que las medidas que proponga para ellos no los señalen entre sus iguales. Prefieren que los profesores propongan actividades estimulantes voluntarias a toda la clase, para que ellos se puedan apuntar junto a otros compañeros también motivados. El programa Profundiza de la Junta de Andalucía, que consiste en proyectos de investigación que realizan con sus profesores, es un buen ejemplo, porque sin requerir una etiqueta diagnóstica les ofrece una experiencia enriquecedora. Como el programa bilingüe, los campus científicos de verano, las olimpiadas de matemáticas y de otras materias, los viajes escolares al extranjero. Y también me piden que los ejercicios de ampliación que se planteen se den en sustitución de las tareas habituales y no además. Claro que unos pocos estudiantes requerirán mucho más: adaptaciones significativas del currículum, anticiparlos de curso, mentorías universitarias… Talleres de habilidades sociales y asesoramiento a los padres que encontrarán en las asociaciones constituidas por las familias junto a los expertos. A éstos no podremos evitarles el proceso de diagnóstico, pero a ellos les compensará, porque sus dificultades en el sistema ahora se verán atendidas.

¿Y qué puedo hacer mientras como orientadora? Centrarme en evaluar a los que más lo necesitan, sea por muy bajas o muy altas capacidades. Y cuando los test no arrojen los resultados que un estudiante espera, no devolverle "lo que no es", sino todas las aptitudes en las que sí destaca, los recursos que le pueden interesar y asesorar a su familia sobre sus necesidades emocionales. Porque para mí buen autoconocimiento, alta autoestima y una satisfactoria integración entre sus iguales son en un adolescente su mejor logro. Mucho más que una matrícula de honor.

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