Sin sorpresas

A estas alturas, cualquier intervención de Sánchez sería percibida como a regañadientes

El problema de Cataluña asusta un poco más por su sombra electoral. El amoscado analista duda sobre si habrá o no habrá sorpresas de última hora. Las últimas experiencias españolas hacen temerse un conejo de cualquier chistera del PSOE. E Iván Redondo, el gurú electoral de Pedro Sánchez ha sabido recrearse un halo de aseado Rasputín 2.0.

La campaña se va a hacer muy larga entre sospechas de intervenciones espectaculares o giros inesperados según los vaivenes demoscópicos. En voz baja se discute sobre si un 155 de Sánchez le daría una popularidad aplastante. O si eso lo dejaría sin mensaje entre los suyos, con un PSC bailando sin música e Iceta descolocado en el juego de la silla.

Justo porque Iceta tiene mucho mando en plaza (los votos del PSC son vitales para Sánchez), yo no esperaría movimientos, salvo que la situación se vuelva absolutamente insostenible. Si puede aguantar sin hacer nada, haciendo un don Tancredo al más puro estilo Rajoy, lo hará. Lo hará peor porque a cada uno hay que reconocerle lo suyo y don Tancredo era una especialidad del gallego, pero lo hará.

A estas alturas, cualquier intervención de Sánchez sería percibida como a regañadientes, a mandíbula apretada, sin querer, arrastrado por su propia incapacidad para controlar la situación. Pudiera sacar algo de rédito, pero poco. Sus votantes están en otra longitud de onda, tras tanta pedagogía en sentido contrario. Y los votantes que están a favor de un 155 o de un 116 incluso, ya están a favor también de los partidos que los llevan solicitando días, semanas o meses.

El don Tancredo de Sánchez no es genético ni tampoco fruto de una maldición de La Moncloa. Es estratégico. Si quiere pactar, como quiere, con ERC y con Podemos, no puede permitírselo. Y pactar con el PP una gran coalición es más arriesgado y peligroso. En cualquier caso, lo ideal para Sánchez es dejarse abierta las dos posibilidades, siquiera sea para poder negociar con fuerza. Pero si aplica el 155 y no logra mayoría absoluta, está abocado a pasar por las orcas caudinas de Casado y Rivera.

Decíamos que la campaña se nos haría larga a todos. No quiero ni imaginar lo larga que se le va a hacer a un Sánchez entre el muro y el foso: el muro de la realidad y el foso (cada vez más hondo) de su estrategia. ¿Es posible que no previese este escenario? Suponíamos que Iván Redondo iba a sorprendernos, pero nunca imaginé que fuese de este modo.

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