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Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

La sombra inclinada del PISA

ES extraordinaria la capacidad que tenemos los humanos (siendo eso, humanos) para limitar nuestro interés -y nuestras emociones y nuestros sentimientos- sobre un espacio geográfico comprimido, por lo general aquel que conocemos y percibimos, como si la presencia fuera la cualidad necesaria y suficiente para que algo exista en la conciencia. Para que exista y para que remuerda. El Informe PISA ha desatado el previsible coro de lamentos en torno a la situación del sistema educativo. Pero la letra que ha entonado el coro no ha sido la misma en un sitio que en otro. Cada país ha hecho su examen y, en España, cada comunidad.

En Andalucía los datos eran particularmente sugestivos y han inspirado todo tipo de alegatos. Como nadie ignora, hemos alcanzado los peores resultados del país en todas las materias, lo que no ha sido un impedimento para que la semana pasada, las vísperas de la divulgación del informe, el PSOE premiara a la consejera de Educación, Cándida Martínez, con el primer puesto en la candidatura en las próximas elecciones generales por Granada. En fin.

Pues bien, andaba yo sumido en la lectura de las quejas y los análisis fermentados a la sombra inclinada del PISA, cuando me ha llegado el último número de la revista electrónica El Correo de la Unesco que reproduce las conclusiones del sexto Informe de Seguimiento de Educación Para Todos en el Mundo. ¡Mala suerte! El ensimismamiento en los avatares de nuestra comunidad se me atragantó abruptamente. No porque los datos andaluces carezcan de importancia, qué va, sino porque de pronto he sido consciente del enorme ámbito que quedaba fuera de mis cavilaciones. Y es esto precisamente lo que quiero compartir hoy con el lector, con el acuerdo tácito de que un párrafo más abajo volveremos con prisa al PISA.

¿Saben cuántos niños de todo el mundo no van a la escuela por pertenecer a comunidades discriminadas, por padecer algún tipo de discapacidad o haber perdido a sus padres? Setenta y dos millones. ¿Y cuántos adultos no pueden transmitir sus conocimientos a sus parentelas porque ellos mismos son analfabetos? Un poco más, 774 millones. Y eso, dice la Unesco, que la situación ha mejorado notablemente con respecto al año 2000, pues el gasto público en educación creció un cinco por ciento en el África subsahariana, meridional y occidental. La comunidad internacional recortó, en cambio, sus ayudas en 2006. Para lograr la escolaridad plena en 2015 -el objetivo del programa- serían menester 18 millones de docentes.

Y ahora, exculpada la intromisión, regresemos a nuestra reflexiones sobre el Informe PISA.

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