Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

El sol dorado un sábado

En la plaza, el largo banco, alrededor del que se congrega una docena de personas más un par de hijas o cuidadoras, tiene un respaldar de forja de hierro que te permite apoyarte tanto si te sientas en él cara al sur como si lo haces mirando al norte. A la hora del mediodía, algunas señoras prefieren aposentarse a la sombra que proyecta un árbol coposo, mientras los señores se solean de espaldas a ellas. Ellos serán la cuarta parte en número, apenas tres; son también ancianos, y me quedan a la izquierda. Intuyo que puede haber una residencia geriátrica cerca, y que el grupo es habitual. Es una bella mañana que abre; más bella si cabe por ser sábado, el día menos melancólico, el que en cada semana suele ofrecer un más descuidado disfrute.

"¡Hombre, Bartolomé!, ¿qué te pasa, hijo?", pregunta a mi trasera una voz cantarina y guasona. "Que tengo pena". "¿Y eso?". "Se me ha muerto el canario, Maruja". "Tienes el ojo mejorcito, ¿no Bartolo?", tercia otra mujer que no puedo girarme a ver, aunque quisiera, "¿te has puesto tus gotas?". "Lo que cae son las gotas, Amparito", dice él, consabidamente. Llega otro tertuliano, varón; se ve que ellos son más tardíos. Lo hace en un triciclo motorizado, un andador para inasequibles a la vejez; de hecho, el recién llegado aún conserva el vacile de un treintañero de Lambretta en los 60.

Escaqueado y forastero, oigo, y cada vez más escucho, hablar de cosas. De "auriculares" -por audífonos-. De casas de la infancia con patios y de rosarios vespertinos en "la Iglesia del Carmen", a cuya Virgen sacaban de paseo por, precisamente, los patios del barrio. De médicos que "despachan ligerito, pero no son malos". De los que "vienen aquí a coger pisos; nos van a echar, yo me voy con mi hija a El Puerto". Según interviene otro -hablan con concierto y se escuchan- "el Kichi, encima, va a Madrid invitando a venir para acá, nos vamos a tener que esconder en Carnavales". Amparito, creo, habla de su tensión, y luego de los 78 euros más de su pensión, hasta ahora de 950, "buena es, ya no es como antes". "En las peluquerías se queda una congelada... pues anda que en las misas: cada vez menos gente y más frío".

Ya ven, estos apuntes del natural hablan de envejecimiento de una pirámide de población escorada al lado de las mujeres; de gentrificación (hija de la llamada turistización), de sistema de salud y el sistema de pensiones, de la metamorfosis de los barrios, de la eclosión de las peluquerías, de una religiosidad laminada. Del sol de la infancia en una plaza cualquiera, un sábado de enero.

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