Quiero expresar mi más absoluta repulsa por la prostitución del silencio que se produjo el pasado lunes en el debate electoral. Ya sé, todo el mundo se cachondea de ese minuto de oro para los anales de la historia de la comunicación política que protagonizó Albert Rivera inquiriéndonos a los televidentes: "¿Escuchan el silencio?" No, carajo, no escucho el silencio, hace meses que no consigo escuchar el silencio en ninguna parte. Lo busco, lo persigo, el silencio no total, pero algo parecido. El silencio como concepto no es la ausencia de sonido, es la ausencia de ruido. Conseguir eso durante unos instantes no es tan sencillo y, desde luego, no es tan frívolo como para que un tipo levante un dedo y me pregunte si lo escucho. No, carajo, no lo escucho y si lo escuchara no sería silencio. Lo que escucho es ruido, un concepto amplio que se produce incluso en el silencio. Vivimos en el ruido.

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