Por montera

mariló / montero

El silencio de la Reina

ES momento de hablar sobre la Reina de España. Porque se merece el reconocimiento y apoyo social en este momento en el que los acontecimientos la desvelan más como mujer que como Reina. Aunque ella nunca se permite a sí misma que los avatares humanos que le sobrevienen le tumben la Corona. En España admiramos a doña Sofía porque ella se ha ganado nuestra admiración y respeto. Y todo a base de algo tan caro, bajo mi criterio, como es el silencio. Ella calla, y nosotros somos su espejo. Su majestad, en algún momento de su vida que podría haber pasado desapercibido para todos, habría dejado de sonreír de manera espontánea para congelar su rictus para la fotografía oficial. Quizá fuera el día en el que la realidad le clavó un puñal en el corazón que la despertó, cuando podría haber descubierto que su vida había sido mentira. Ese día, el de autos, pasó desapercibido para todos nosotros. Porque siguió cumpliendo con sus obligaciones disimulando las decepciones de una mujer que, entonces, dibujó una sonrisa infranqueable con la que mostrarse ante el público.

Desde hace años, si observan las fotografías que retratan el paso del tiempo, doña Sofía mantiene la misma sonrisa. La que usa para mirar y saludar a su pueblo. Las lágrimas de los más desgraciados son los únicos que le mudan ese rostro de serenidad. Toda esta elucubración no es más que el producto de la imaginación de esta plebeya que observa a su majestad desde la distancia. Así pues, puede que no conozcamos, en realidad, a nuestra Reina por varios motivos: uno, porque su posición es estar al lado del Rey y en silencio, como si su personalidad fuera fútil. Dos, porque a los múltiples actos a los que acude su voz o discurso no se escucha ni amplifica, ya que pocas veces se le ha dado la oportunidad de dar un gran titular para la posteridad. Y, tres, porque las pocas veces que se ha sincerado ante un periodista sus opiniones fueron convertidas en balas contra su persona y la Corona. Y total, para qué hablar si en silencio, para lo bueno y lo malo, no hay polémica. Así que habría podido disponer de su propia vida alejada de nosotros pero respetada por todos. Al menos, de momento.

A doña Sofía la vemos ahora, más madre, más esposa, más suegra y más digna que nunca, si cabe, porque tiene la desdicha de tener que revivir su pasado a golpe de filtración y en algunos casos, mala idea e, incluso soberbia. La reina está siendo un ejemplo de rectitud, dignidad, resignación, sacrificio, entereza, honorabilidad, serenidad, control, dominio y elegancia por lo que las adhesiones que recibe allá por donde va se están viendo incrementadas y merecidas. Sobre todo por aquellas personas que empatizan con una mujer que a la humillación responde con una sonrisa que aniquila insultantes osadías.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios