Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Mi señorito de Madrid

Bonilla, Marín, Rodríguez (menos) y Serrano son actores secundarios en los tratos políticos andaluces

De buena mañana el lunes, en ese momentazo épico, escucho decir a un tertuliano radiofónico que la España política está inmersa en una "anómala normalidad". Me llama la atención la expresión, una especie de oxímoron, y lo busco en internet: como suele suceder, hay bastantes referencias, y como no se sabe el verdadero descubridor de ese hallazgo terminológico, no indago en quién es el tertuliano (épica condición la suya también, también: qué capacidad tan ciclópea y hasta enciclopédica, la de algunos). "Anómala": rara de condición; "normalidad", regularidad estadística. O sea, una anómala normalidad puede ser la de un hogar (¿?) donde se agrede a una mujer a diario. La adolescencia es normal porque todo el mundo pasa por ella, pero en la que nos comportamos como para echarnos a los leones, muy anómalamente. Una anómala normalidad ha venido siendo el que un mismo partido haya ostentado por los votos y 40 años el poder autonómico andaluz. Pero el tertuliano se refería a la España política actual, un poliedro de Rubik y una jarapa hippie hecha de retales: ya hace meses que la de Frankenstein es una metáfora preferida para nuestras alianzas gubernamentales. Diversidad máxima, máximo melón por calar. Por Machado, con respeto: "¿Adónde el camino irá?". Lo ciclos se renuevan -"se reciclan" sería más preciso-, y a algunos nos avejenta sólo oír la palabra Transición. Lo peor es que nos parece anteayer.

El laboratorio de la España de los partidos mutantes es Andalucía: el batacazo más o menos maquillado de los tradicionales PSOE y PP, la vejez prematura de Podemos, la emergencia previsible de Ciudadanos y la imprevisible y brutal emergencia de Vox han hecho que lo que se cuece y negocia aquí no vaya a ser sino el principio de todas las negociaciones por venir. Tan es así que uno a veces casi no se acuerda de los apellidos Moreno Bonilla, Marín, Rodríguez y Serrano: sus tutores nacionales Casado, Rivera, Iglesias y Abascal chupan toda la cámara, y los inhabilitan desde Madrid. Es una anómala normalidad, sin duda. Las crisis suelen venir con una regresión social bajo el brazo: nacionalismos fiscales, explosión judicial de la porquería institucional, bancos de nuevo concentrados que vuelven a recentralizar en Madrid o Barcelona sus decisiones delicadas. Como en política: los señoritos de Madrid mandan sobre sus delegados periféricos. Esperemos que el ciclo se recicle del todo y mute a una nueva realidad que, si no estable, sea al menos objetiva. Y tirar para adelante más allá de los gestos y las componendas.

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