TIENE razón el entrenador del Hércules. El Cádiz parte como favorito simplemente porque es mejor que su rival de eliminatoria, y bien demostrado que ha quedado a lo largo de la temporada. Como poderoso bloque e individualmente, el equipo amarillo ha ofrecido sobradas muestras de hallarse en un nivel superior al de un conjunto alicantino que entró de chiripa y medio de rebote en la fase de ascenso. Pero todo eso hay que ratificarlo ahora en 180 minutos porque en caso contrario no habrá valido de nada. Y esto tan solo se consigue saltando al campo como auténticos lobos. Si los mañana locales lo hacen disfrazados de corderos, pues a devorarlos desde el pitido inicial porque a estas alturas no hay que fiarse de nadie. Sin piedad, de modo implacable.

La actuación de los jugadores del Cádiz el domingo pasado resultó bochornosa, lamentable. Pero esa no es su capacidad real y ahora llega una oportunidad pintiparada de dar la vuelta por completo al calcetín, de repetir alguno de tantos partidos de la presente campaña en los que se vio un equipo mandón con mentalidad muy ofensiva, sabedor de que su condición de gallito de la categoría de bronce no era un regalito concedido de modo gratuito.

No cabe duda de que la plantilla está integrada por futbolistas muy buenos, buenos y normalitos, pero tras lo recién ocurrido creo que lo ideal no es alinear en el Rico Pérez a los 11 mejores sino a los 11 más competitivos, aunque varios de estos se hallen dotados de menos talento que otros compañeros que a la hora de los grandes acontecimientos suelen arrugarse. Como primera medida para contrarrestar la mieditis de alguno que otro, aconsejo al cuerpo técnico que retire de las habitaciones del hotel el rollo de papel higiénico que siempre ponen de reserva. Al váter, lo justo y necesario. Que nunca más el cadismo pueda acusar a sus jugadores de hacerse caquita antes de saltar al campo. Y menos siendo favoritos.