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Una sangrante indiferencia

Es grave la vulneración de derechos, inaudita la indiferencia con que los españoles reaccionamos

Amillones de niños se les niega la educación en su lengua materna, con graves consecuencias más que demostradas en su formación, y apenas nadie se siente involucrado; muchos compatriotas no pueden ser atendidos por la Administración ni dirigirse a ella, ni siquiera recibir atención médica en el idioma oficial de su país en su propia patria, y nada sucede; se hace imposible el libre desplazamiento de personas, se dificulta la vida familiar de los allí destinados o simplemente se impide al común de los españoles acceder a trabajos de alguna cualificación en una lista creciente de regiones, y todo eso se acepta mansamente. ¿En qué país sino en este sería posible semejante panorama?

La conculcación de los derechos de los castellanohablantes en numerosas regiones de España ha provocado, sin embargo, la aparición de un buen número de asociaciones que, ante la incomparecencia del Estado, han echado sobre sí la durísima tarea de la defensa de los ciudadanos frente a la agresiva política lingüística, sin paralelo en ningún país civilizado, de sus comunidades autónomas. Cuando se ha tenido la ocasión de oír de primera mano sus testimonios -Asamblea por una Escuela Bilingüe, Hablamos Español, Asociación de Profesores por el Bilingüismo, Impulso Ciudadano, Plataforma de Docentes por la Libertad Lingüística, entre otras- cunde la desazón al comprobar que, tan grave como la vulneración sistemática de derechos que denuncian, es la falta de colaboración que padecen desde las instancias del Estado y la sangrante indiferencia de la mayor parte de los españoles que habitamos en regiones en las que no existe ese problema.

Una indiferencia que sólo se ve momentáneamente alterada cuando nos soliviantamos ante las angustias de algún familiar o amigo que se ve obligado, por un traslado, a escolarizar a sus hijos en una lengua extraña, o cuando percibimos el avance del acoso a la expresión en español en algún viaje. ¿Cómo se ha podido llegar a esa displicente distancia con tantos compatriotas a los que se niega un derecho tan primario como fundamental? Es posible que la falta de información sobre lo que estos abusos suponen para sus víctimas sea una de las causas, pues hay un gran interés político en no mostrar este aspecto especialmente ominoso de la construcción autonómica, pero creemos no engañarnos al suponer que algo más hondo ha empezado a quebrarse en la conciencia nacional de los españoles, esa comunidad de sentimientos que, junto con la herencia común y el proyecto compartido, es su esencia.

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