El hombre es incivilizado por naturaleza. Por eso se inventaron las sanciones en pos de la buena convivencia y el respeto a los demás congéneres. Sancionar, en el sentido menos opresivo de la palabra, nos ha llevado a no tener que soportar humos de cigarros en lugares cerrados, un avance en la calidad de nuestras vidas. La amenaza de multas propició que de un día para otro, todos los motoristas se colocaran el casco y se evitaran muchos accdidentes. Ambas situaciones las vivimos como algo natural y, con el paso del tiempo, hemos entendido que son lógicas. Ahora parece que, merced a un aumento de sanciones, muchos de los propietarios de los perros ya llevan encima una botella con agua jabonosa para mitigar el poder corrosivo de las orinas. Perfecto. Habrá, como todos los principios, críticas al régimen sancionador. Con el tiempo, se verá como algo necesario y razonable. Eso sí, solo reaccionamos cuando nos tocan el bolsillo.

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