Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Acabo de leer la confirmación estadística de algo que ya veía en la práctica y hasta sufría en mis carnes literarias. Los sueldos en España han caído a plomo desde el año 2000, mientras que en la zona OCDE han subido un 16%. Lo he visto venir porque todos los años pregunto en la prueba inicial a mis alumnos de FP por cuánto sueldo al mes aceptarían trabajar. Desde los inicios de mi trabajo de profesor, en 1998 hasta ahora los sueños salariales de mis alumnos se han derrumbado. Por entonces sólo querían trabajar por más de lo que yo cobraba y cuando se enteraban de mi sueldo algunos me preguntaban para qué había estudiado tanto. Eso me daba juego para explicarles que no todo era la pasta. También lo he vivido con los emolumentos por los artículos en periódicos y revistas, congelados o peor desde mi más literaria adolescencia.

De los salarios, podría decirse, estirando la etimología, lo que Jesús de la sal: «Si los salarios se vuelven sosos, ¿quién los salariará? No sirven más que para tirarlos a la calle y que los pise la gente". Los salarios son tan bajos (y el IPC sube) que los trabajadores terminan bastante pisoteados en su dignidad civil. Este empobrecimiento es una de los dramas silenciados de nuestro tiempo. Desdice con su contabilidad implacable el mito del Progreso y explica que los obreros estén dejando de ser de izquierdas.

Hay un efecto colateral. Lo sueldos de los funcionarios tampoco han subido mucho, pero han bajado menos, de modo que, hoy por hoy, cobran más de la media. Eso subvierte la lógica interna del sistema, según la cual los funcionarios ganaban en seguridad laboral y derechos y los trabajadores más dinero. No es culpa de los funcionarios, naturalmente, y mucho menos de la gente joven que prefiere lo mejor y trata de acceder a la función pública («¿De qué quieres el bocadillo?» «No sé… De jamón mismo»); pero habría que restaurar el equilibrio antiguo para que nuestro mercado laboral, además de existente, fuese atractivo. Ahora es un zombi.

¿Cómo se restablece esa curva ascendente de los salarios? No sé, más allá de lo obvio (un PIB que crezca, una formación competitiva, una política industrial, etc.), pero todo parece indicar que elevar el salario mínimo no sirve para nada. Que el empobrecimiento masivo de la población española no ocupe el pensamiento y los programas de nuestros dirigentes es una vergüenza. Merecen que les bajemos el sueldo.

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