El ruido y la fuga

Si lo dice Paco Segarra, mi gurú, no hay más que hablar: yo estoy equivocado del todo

Ayer publicaba aquí un artículo cuya tesis era que Manual de resistencia era un tiro en el pie que el presidente Sánchez se había dado para las elecciones. A la vez, uno de mis más admirados gurús en comunicación, Paco Segarra, se deshacía en elogios: «La idea del libro de Sánchez Castejón me parece magistral en términos de marketing político. No por el libro en sí -todos los manuales del tema lo aconsejan- sino por la muy eficaz campaña de difusión. Quien la dirige entiende perfectamente que hoy las campañas las hace la gente y entre la gente incluyo a los periodistas, que pican siempre en el mismo anzuelo que hizo presidentes a Trump y a Bolsonaro. En este caso, es lo mismo, pero con un tipo -el único de la izquierda bien asesorado- que entiende cómo va la opinión pública en 2019. Ojo a las generales».

Como resulta que Segarra, además de mi gurú, es mi amigo, le pregunté si 1) que el libro no se pensase para la campaña sino para la resistencia en La Moncloa y, sobre todo, si 2) que su contenido dé alipori (el colchón y «Pedro el guapo» y tal) no sería contraproducente. Me contestó: «Todo está pensado para la campaña, Enrique. Se vive, en el poder o no, en términos de actitud electoral, siempre, cada minuto. Por otro lado, contraproducente ya no es un argumento. Ahí tienes lo de "fachas" y "ultras" de Vox: más se dice, más votos. Hoy, hacer ruido vale per se...».

Si lo dice Segarra, no hay más que hablar. Yo estoy equivocado. Aunque yo lo viese como un tiro en el pie y siga viéndolo, no lo es, pues lo dice el que sabe. Pero si lo que importa es el ruido, más vale fugarse.

Nos falta el punto medio. O no llegamos o nos pasamos. Hubo un tiempo en el que lo importante era caer bien a toda costa. Aquello conllevaba unas grandes dosis de hipocresía y mentira para hacerse el simpático. Ahora, por lo visto, lo importante es dar que hablar a toda costa y cuanto más alto mejor. También conlleva grandes dosis de fingimiento porque para que hablen de uno nada mejor que ser antipático y enfadar a todos. El punto medio estaría en decir lo que uno piensa sin censuras: sin endulzarlo y sin amargarlo. Si por eso te insultan, vale; si no, muchísimo mejor. Sin embargo, la verdad no vende tanto, ni antes ni ahora. Un libro bueno y sincero es una birria. Antes, porque podía molestar. Ahora porque, cuanto más escandalice o irrite, más dará que hablar. Qué ganas entran de callarse.

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