Opinión

Francisco / José / Jiménez

Un riesgo controlado

Abote pronto, la marcha de Lucas Lobos a mitad de temporada es un disparo en la línea de flotación del proyecto cadista y también para la ilusión de los aficionados. Es lógico que los seguidores amarillos recriminen a Antonio Muñoz su decisión porque habría sido deseable que, de producirse, el traspaso se hubiera firmado en junio. Sin embargo, en un análisis serio y frío hay que tener en cuenta otros factores.

Punto uno. Estamos hablando de una situación en la que un futbolista con contrato en vigor desea marcharse. Su comportamiento ha sido ejemplar hasta el momento, pero ya se sabe que cuando un jugador se empeña en cambiar de aires, las negativas tienen fecha de caducidad. Punto dos. El Cádiz atraviesa por un momento económico delicado y renunciar a una inyección de este calibre puede ser un ejercicio de irresponsabilidad.

Considerar que la marcha del argentino se traduce en la despedida a las opciones de ascender es una exageración. Es innegable que su aportación era muy importante para el equipo y que su rendimiento iba a más, pero precisamente en este categoría lo que marcha la diferencia es el bloque. Si el Cádiz sigue mostrándose como un conjunto serio y rocoso, las opciones de estar arriba se deben mantener, aunque sean otros los jugadores que pongan la guinda.

Vender no es de club perdedor, como ha demostrado el Sevilla en los últimos años. Aceptar una oferta a tiempo puede ser un acierto porque nunca se sabe cuándo llegará una lesión. Lo que sí hay que pedir al club es acierto en los fichajes para otros puestos y el compromiso de los futbolistas que se quedan.

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