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La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

La revolución de las mujeres

La de las mujeres puede ser la única revolución moderna que no devore a sus hijos ni se traicione a sí misma

El 8-M tuvo en España un éxito formidable. Fue una movilización más masiva y transversal que nunca, y en ello radica su importancia. No hubo huelga general ni por asomo y los paros parciales fueron escasamente seguidos en los sectores habituales (hay que fiarse de los datos de consumo eléctrico antes que de los sindicatos convocantes), pero las mujeres se echaron a la calle como nunca para reivindicar lo de siempre.

Sólo que esta vez lograron, por su propio número, determinación y entusiasmo, colocar sus problemas en todo lo alto de la agenda pública y alcanzar un eco mediático jamás visto ni oído. Ninguna jornada de lucha puede calificarse alegremente de histórica sin que sobre ella haya pasado el tiempo necesario para decantar sus huellas. Este 8-M da la impresión, no obstante, de que dejará poso y abrirá una nueva etapa en la lucha feminista.

Por varias razones. Por la participación multitudinaria que en esta ocasión no parecía fruto de un estallido momentáneo destinado a apagarse, sino expresión de un malestar largamente digerido y presto a mostrarse. Por su carácter transversal e intergeneracional: lo primero permitió incluso desbordar ampliamente los corsés ideológicos del manifiesto inicial de convocatoria de la jornada -el machismo sería sólo un subproducto del capitalismo- replicado con un feminismo inclusivo, interclasista y de base; lo segundo hizo desfilar juntas a las abuelas que tuvieron que pedir permiso a sus maridos para abrir una cuenta corriente, las madres que conquistaron libertades fundamentales, pero insuficientes, y las nietas que traen del instituto nuevas exigencias de justicia e igualdad. Tres generaciones de la mano para una revolución inacabada. La garantía de que esto no ha terminado. De que al nuevo impulso que se necesita, quizás más centrado en el cambio cultural y social (¿qué hay del reparto de las tareas domésticas y de la maternidad como freno al avance profesional?) que en el jurídico y político, no le faltarán protagonistas, mujeres y hombres.

El siglo XXI puede ser el de la revolución de la mujer, como el XIX fue el de la exitosa revolución liberal y democrática y el XX el de la frustrada revolución comunista. Tiene muchas ventajas sobre ellas: podría ser la única revolución contemporánea que no devore a sus hijos, que no se traicione a sí misma y que no genere excesos irreversibles. También es más difícil porque pelea contra lacras con muchos siglos de vida.

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