Hay cosas que uno no puede explicar a sus hijos. Bien porque no tengan un razonamiento lógico o porque se trate de un tema horrible, delicado e incomprensible. En primer lugar es casi imposible evitar que se enteren de sucesos como el atentado de Barcelona, pues aunque uno deje de sintonizar los informativos en la tele, la noticia les llega por el comentario de un familiar, porque ven de pasada la portada de un periódico o porque las redes sociales a las ya se están acostumbrando les ofrecen la información. Y llegan las comprometedoras preguntas. ¿Por qué, papá?, ¿qué han hecho esas personas para ser asesinadas?, ¿quiénes son los yihadistas?, ¿por qué hay quienes que graban videos de heridos y muertos?... Es cuando uno se pone nervioso y busca desesperado el manual de padre que nunca le facilitaron tras el primer nacimiento. Aturrullado, sólo queda preguntarse si uno ha hecho bien en traerlos a este asqueroso mundo.

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