NO es nada personal. No es que me importe que sea, o no, religioso. Ni que sea, o no, misionero. Pero la repatriación millonaria de Miguel Pajares, infectado por el virus del Ébola, no deja de sorprenderme en un contexto de drásticos recortes en materia sanitaria (por no recordar cómo la petición de repatriación de la española Emma Rodríguez, afectada por una neumonía atípica de la que moriría en Argentina, fue desatentida por nuestro Gobierno). No es nada personal, repito. Incluso espero, una vez ya que se ha tomado la decisión, que el sacerdote se recupere y vuelva a cumplir con su ministerio. Pero entiendo y comparto las quejas de asociaciones como Equo o la Coordinadora Anti-Privatización de la Sanidad que hubieran preferido que esa inversión fuera destinada para ayuda humanitaria en el terreno. Y temo, porque así lo parece, la distinción. Ciudadanos de primera y de segunda.

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