martes santo

Eduardo / Albarrán / Orte

El relevo en la túnica

CADA año, David se acerca a la calle Carraca. Es día de reparto de túnicas y a él, le toca ir a recoger su hábito nazareno. La Cuaresma ha comenzado pero ya las miras están puestas en una nueva jornada de Martes Santo, y es que este año es muy especial.

Pasan los días de la Cuaresma y en una pequeña esquina de su casa aparece esa túnica que lo revestirá como cada año del anonimato cofrade. Es la misma túnica que lo ha visto pasar año tras año, y es la misma casa. En ella, en alguna ocasión recuerda a sus allegados que fue la estancia que vio nacer a su cofradía, aquella cofradía que lo ha visto crecer, madurar, y ahora ve como entronca sus raíces en una lista de hermanos cada vez más amplia.

Llega la jornada de la Función de su hermandad, todo parece seguir igual, como cada año la misma liturgia, la misma liturgia de cada Cuaresma, pero que él sabe que no va a tener el mismo desenlace. Este año es muy especial.

Llegan los últimos días, ya el almanaque apunta que la distancia es cada vez más corta hacia el día señalado. Probarse el capirote, planchar la túnica, todos esos momentos que aunque al final casi se hacen con una prisa desmedida, requieren en el momento la parsimonia propia de un acto cultual.

Comienza la Semana Santa, los primeros desfiles procesionales toman las calles y él, aguarda en las dos primeras jornadas soñando tal vez, en que el tiempo acompañe este año y que no haga tener que pensar si vamos a poder salir o tal vez, nos quedemos en el templo.

Es entonces, como casi sin darse cuenta llega la mañana esperada, la del Martes Santo. Llega una mañana de reencuentros con viejos amigos, de amarre de almohadas, de pegatinas pregoneras en la solapa, llega la mañana de lo que tanto se hace esperar. Una misa de hermandad que deja pequeño el templo, es el preámbulo de todo lo que queda por llegar, que no es poco.

David entonces cuando ya la barra del bar más cercano apunte las últimas rondas, apresurará sus pasos hacia su casa donde ya le espera lo que tanto tiempo ha estado soñando. Se ceñirá el blanco de la túnica al cuerpo y anudará con verde cíngulo, y un capirote sostendrá todo el peso de los años que tras de sí deja cuando cruza el dintel de su casa. Es lo mismo, como cada año.

Pero, aunque todo sea como cada año, es algo distinto. Este año por primera vez, cuando los primeros rayos de sol de la tarde parcheen las túnicas verdiblancas que se dirigen a la Pastora, se encontrará en el interior del templo con las dos generaciones que le siguen.

Allí, hoy, Martes Santo, uno al lado del otro, Pablo y David, sus nietos, vestirán por primera vez la túnica que viste su abuelo y su madre, y orgulloso, David saldrá hoy por la puerta verde del templo pastoreño sabiendo que el relevo en la túnica, en su hermandad, está asegurado por mucho tiempo.

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