Una reina muy profesional

Juan Carlos pudo hacer como Isabel II; morir en el puesto con el reconocimiento general. Ahora no puede ir ni al funeral

La ausencia de Juan Carlos de Borbón en los funerales de su prima Isabel de Windsor confirma su condición de paria institucional. Ambos son tataranietos de la reina Victoria, pero al Gobierno no le hace gracia que vaya en la delegación española y parece que a la Casa Real tampoco. Se perderá el evento. Es posible que no hubiese persona más famosa en el mundo que Isabel II, convertida con los años en una estrella mediática más conocida que el Papa, Messi o Ronaldo. En Sevilla, en el Alcázar que visitó la difunta en 1988, el rey Felipe la ha calificado como una de las mejores reinas de todos los tiempos.

No sé si merece tanto, pero desde luego ninguna otra ha sido una reina tan global; soberana del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, jefa de Estado de quince países, o cabeza de las 54 naciones de la Commonwelth, antiguas colonias del imperio a las que se han añadido la portuguesa Mozambique o la belga Ruanda. También un referente profesional o mundano para el resto del mundo. Enric González sostiene que perdió un imperio sin perder la compostura en un excelente artículo en El País. Llegó al trono justo después de la independencia de La India y la retirada británica de Palestina. Y se adaptó con elegancia a la descolonización del inmenso imperio marítimo en los últimos tres cuartos de siglo.

Francisco Longo ha escrito que su reinado es el referente canónico del papel de ese anacronismo útil que puede ser una monarquía constitucional: aportar continuidad, estabilidad y unidad, desde la legalidad, la dignidad, la autocontención y el alejamiento de la política contingente. Y Felipe VI ha enumerado virtudes de la soberana inglesa que por defecto dejan en entredicho al Rey emérito: "dignidad, sentido del deber, coraje y entrega a su pueblo en cada instante". En su biografía autorizada de Juan Carlos I, José Luis de Vilallonga le pregunta por la reina Sofía, y tras algún titubeo acierta a decir que "es una gran profesional".

Quizá quepa decir lo mismo de Isabel II, una gran profesional que adaptaba la empresa familiar a la mentalidad cambiante del pueblo británico. Una calificación que deja en evidencia al emérito: la diferencia entre un gran aficionado y un gran profesional está en que el segundo cumple con su deber en cada instante. Juan Carlos pudo hacer como Isabel, no abdicar y morir en el puesto con un reconocimiento general. Perdió esa oportunidad por su comportamiento personal. Ahora ni siquiera puede ir al funeral de su prima. Sofía, sí.

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