Había una gran expectativa por el regreso de Pablo Iglesias de su baja de paternidad. Tanta que se había creado en Podemos una suerte de sebastianismo, el movimiento milenarista portugués que durante siglos profetizó el regreso al trono del rey don Sebastián, la flor de la casa de Avís, muerto absurdamente en la batalla de Alcazarquivir en el siglo XVI. Como Mambrú se fue a la guerra, Pablo Iglesias marchó al chalé de Galapagar a cambiar pañales, labor mucho más ingrata que guerrear contra los moros y menos reconocida por la Historia y el Gotha. El líder, al volver a la casa solariega de Podemos, se la ha encontrado arruinada y con las malas hierbas medrando en los sembrados.

La etapa de morbo gótico que ha sufrido Podemos, con el enfrentamiento ai ferri corti entre los señores de Iglesias e Íñigo Errejón, ha dejado al partido arrasado, tanto en lo ideológico como en lo organizativo. En el primer aspecto, Podemos ha renunciado definitivamente a ser una fuerza transversal y moderna para convertirse en una formación de extrema izquierda vulgar. Ya apuntaba maneras cuando se dedicaba a dar cobertura a los amigos de los etarras, a justificar a los sátrapas venezolanos o a camuflar como "fraternidad" su entreguismo a los independentistas catalanes. Todo el inteligente caudal del errejonismo -una apuesta verdaderamente seria de actualizar el pensamiento y la praxis de la izquierda- se ha evaporado definitivamente en el partido del círculo. La prueba la vimos el pasado sábado en el acto para celebrar el regreso de un electrizado Pablo Iglesias, quien hizo una adolescente llamada a la lucha "contra el poder". Hay un axioma en política: cuando alguien dice que quiere derribar "el poder" (antes le llamaba lacasta), es sencillamente que lo quiere ejercer él. El famoso y popular "échate tú para allá para ponerme yo".

A Podemos se le están volviendo en contra sus propias estrategias, como si sufriese una enfermedad autoinmune. Apenas ha rentabilizado su papel de sostenedor de Sánchez, que sigue su triunfal cabalgada tras la arriesgada (y brillante, hay que reconocer) jugada de la moción de censura a Rajoy; y todo su furor anti-Vox, toda su gesticulación partisana, ha generado un miedo en el electorado de izquierdas que lo está empujando a posturas posibilistas, al voto útil al PSOE amoratado de Pedro. Buen regreso, señor Iglesias.

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