La queja de este verano ha sido el frío. Porque todos los veranos hay una queja, algo por lo que protestar y que utilizar como excusa para rellenar la hoja de reclamaciones de cada estío. Y este año ha sido el frío, el excesivo poniente que para algunos convierte a Cádiz en una especie de Siberia refrigerada y que no deja vivir... Hace unos años, no tantos, Cádiz sacaba pecho de sus veranos y del fresquito que acompañaba tantas noches de julio y agosto y que permitían, contrariamente a otros lugares abonados al calor perenne, hacer vida en la calle. Ese biruji veraniego que llega cuando no nos despeina el levante o cuando el Sáhara no nos envía su cálido aliento, el biruji que tantas veces alivia el sopor de una casa de ventanas abiertas. No nos quejemos tanto del frío, del fresquito gaditano del verano, que aquí se ha salido a la calle con la rebequita de toda la vida de Dios. Incluso desde antes.

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