TODO proceso eufórico lleva consigo una bajada vertiginosa que te vuelve a situar en la realidad. El equipo de Gobierno teme que por más que pedalee, la bicicleta se le puede parar, que la cuesta de la deuda es mucho más empinada de lo que creía y encima se le ha estropeado el cambio de piñones y no puede poner los pedales más blandos para coger aire. Los bancos no le abren el grifo por el endeudamiento y por haber escuchado por boca del alcalde de la ciudad que el Ayuntamiento está en quiebra. El Estado le saca tarjeta amarilla por no cumplir con el plazo del pago a proveedores, algo que viene de lejos, pero al final este equipo de Gobierno es el que tiene que sacarse un conejo de la chistera para evitar perder los ingresos estatales. En este contexto González y compañía lanza el mensaje de que las cosas están muy complicadas, muy negras, porque la realidad es mucho más dura que la euforia.

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