El ser humano es la única especie del planeta plenamente consciente de su mortalidad. Prácticamente desde que tenemos uso de razón convivimos con esa espada de Damocles que es La Parca sobre nuestras cabezas, sabedores de que tarde o temprano caerá, nos dará alcance, se nos acabará el tiempo, esa milésima de segundo, si hablamos de tiempo cósmico, en que abandonamos la nada para estar vivos, que es verdaderamente lo excepcional. Pero esa desventaja, ese conocimiento de que no somos eternos, como no lo es ni siquiera el Sol, da la ocasión a algunos de vivir con plenitud, de tomar las riendas, de ponerse el mundo por montera, de hacer del caiga quien caiga un mantra sagrado, de que no hay mayor posesión que la felicidad de estar vivo y en paz. Es un tormento y una bendición, un destino cruel y, en algunos casos, una liberación. Porque, en todo caso, ¿quién quiere vivir para siempre?

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios