Por si acaso

pablo / gutiérrez-alviz

La puñetera realidad

LAS pruebas biológicas de paternidad han revolucionado el antiguo Derecho Civil (patria potestad, filiación, alimentos...) y también han hundido al desgraciado ex padre que, además, tiene que arrastrarse pidiendo justicia. Y el juzgador, con su toga y sus puñetas, debe ponerse en la piel del doliente (acaba de perder un hijo y ha confirmado lo de su mujer). El Tribunal Supremo, siempre sabio, acaba de pifiarla en el caso que resumo a continuación. Un marido con dificultades para procrear se somete a duros tratamientos de fertilidad y la esposa da a luz una hija. Al cabo de unos años, en noviembre de 2002, se separan y firman un convenio regulador por el que el padre se compromete a pagar 300 euros mensuales por la pensión alimenticia de su hija. Al poco tiempo se divorcian y tras unas pruebas biológicas, ya en marzo de 2009, se declara judicialmente que no es el padre de la menor y, acto seguido, demanda a su ex esposa las cantidades abonadas indebidamente por alimentos de una hija que no es suya.

El Alto Tribunal no da la razón al ex padre y lo fundamenta en que a pesar de que la hija no sea del demandante, los pagos se realizaron dentro del periodo en que se presumía que sí lo era y, entonces, estaba obligado legalmente a ello. Afirma que los alimentos no tienen efectos retroactivos y deja al antiguo padre con los cuernos y un palmo de narices: no podrá reclamar ni al real progenitor, si es que algún día aparece o si su ex mujer logra identificarlo. Dos magistrados salvan su responsabilidad con un atinado voto particular en el que se resalta que el marido sufrió un vicio de consentimiento al firmar el convenio regulador: ignoraba que no era su hija. La madre -y el desconocido progenitor- era la obligada a sufragar los alimentos y se enriquece ilícitamente con las cantidades pagadas por el ex marido. O sea, ha existido un daño patrimonial evidente y es admisible la retroactividad en este caso. Por último, incide en la mala fe de la esposa que mantenía relaciones extramatrimoniales mientras el marido estaba en tratamiento de fertilidad.

A los magistrados de la mayoría, sin toga y sin puñetas, habría que preguntarles qué dirían si les pasara lo que a este demandante y les notificaran esta sentencia. Yo me pongo en el pellejo del doliente, quien, desesperado, podría contestar: "Me ha engañado mi ex mujer y ahora también la Justicia".

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