El catamarán

Rafael Navas / Rnavas@diariodecadiz.com

La prueba del payoyo

LA imagen del pasado puente festivo ha sido la de cantidad de gente haciendo cola ante el mostrador de la empresa Quesos Artesanales de Villaluenga, dicen que hasta dos horas esperando para comprar un payoyo. Ese queso que está considerado uno de los mejores del mundo por los expertos y que se hace aquí, en la provincia, con leche de la cabra autóctona, y que está para tocarle las palmas se coma como se coma o se use para cocinar como hace Alfonso Rodríguez en el restaurante El Bosque con un buen tataki de atún. La Sierra de Cádiz ha superado la prueba del payoyo, al menos de momento. No ha visto llegar la crisis porque encontrar mesa en un bar, un restaurante o venta de esta comarca ha sido misión imposible los últimos tres días. Del alojamiento basta decir que ni una cama libre. Y todo apunta que para Navidad y Fin de Año las reservas estarán más o menos igual. Igual de bien quiero decir. ¿Y qué me dicen de Medina, donde un año más comprar un polvorón de Sobrina de las Trejas sigue siendo toda una aventura? Continuando el análisis, dentro de unos días veremos cómo se agotan en un santiamén los dulces de los conventos en la tradicional muestra de Diputación. En El Puerto, las deliciosas tejas artesanales de Ibáñez Herrera e Hijos no paran de salir de su pequeño pero coqueto establecimiento de la calle Misericordia. Así podríamos seguir con más ejemplos. Porque hay cosas, sencillas, auténticas y artesanales como un queso, un polvorón o una teja, incompatibles con la palabra crisis. Tal vez, eso sí, en términos económicos, disminuya la cantidad en el consumo per cápita, pero nunca caerá el tipo de interés por adquirirlas porque en estas fechas no sólo se consumen productos alimenticios sino recuerdos, sensaciones y experiencias que no queremos dejar marchar.

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