Que no sé si es alusión, consejo, indirecta, recomendación, advertencia, sugerencia o lo que sea. Pero la cosa es que bien parece. Y me refiero a lo que mi amigo y colega en este querido "Diario", Enrique Montiel, viene ofreciendo con alguna reiteración en sus dos últimos artículos. No sé tampoco si el lector estará de acuerdo o no, aunque me da la impresión de que sí. Dudo si es, como he dicho, una simple proposición o, y esto es más serio, un verdadero compromiso que los partidos políticos mayoritarios en esta bicentenaria Isla deberían de asumir.
Difícil lo veo, amigo. Complicada y muy valiente es la propuesta, pero, precisamente por ser arriesgada, no me creo que se pueda llevar a cabo. El político de hoy no quiere saber nada de compromisos ni de charangas, sólo aspira a la poltrona y sacar cuantos más votos mejor, y así seguir con el mismo cuento. Pero si los resultados no son suficientes, ahí está el vecino, que con los poquitos votos conseguidos, te echa el cable, se le congracia con la Concejalía de Urbanismo -joya de la corona- y listo. En definitiva, amigo Enrique, sólo pensando en los protagonistas que pudieran llevar a cabo tu sugerencia, me cuesta trabajo creérmelo, y no por quienes son -señores respetables y gente que aprecio- sino por lo que los une, es decir, todos conllevan el mismo atributo: son políticos. Y no hay más.
Y esta Isla, tan rara, tan especial, tan prudente tantas veces, a la que le gusta verlas venir, paciente desde el bordillo de la acera, pase por delante lo que pase, de mucha charla y atrevimientos a pie de barra, sarcástica también y elegante muchas veces, necesita despertarse, dejar esa postura de espera, abandonar su quietud, su inercia de espectadora solitaria, y, de una vez, participar en el cortejo. Este pueblo debe exigir a sus políticos que cumplan sus compromisos, aunque antes han de establecerlos, con valentía y con sinceridad, si de verdad quieren a esta ciudad.
Llevamos años de democracia en un Ayuntamiento que ha dado en momentos claves lo que ha podido soportar, aunque también se ha llevado lo que es insoportable.
Esta vez, en las próximas, los isleños tendrán de nuevo la llave para atravesar el umbral y pisar el futuro. La política podría ser hasta bella cuando la negociación puntual y el debate verdadero se impongan a la cohabitación y a los propios intereses.
Porque no me gustaría afirmar, querido Enrique, que aquí sólo hay silencio, que hay sólo lo que no hay, es decir, vergüenza.
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