Las prisas

Las prisas de Sánchez parecen vertiginosas, pero el verdadero vértigo es ver las prisas generales del sistema

Hasta sus socios de Gobierno aconsejan a Pedro Sánchez que se deje de prisas, pero él quería volver ser presidente por Navidad, luego quiso tomarse las uvas como presidente y ahora sueña que los Reyes Magos le dejen la presidencia en su zapatito. Para ser tan laico, está viviendo las navidades con la ilusión de un niño.

Mi explicación de tanta bulla es optimista, que yo también me las traigo con las ilusiones. Como Sánchez sabe que el Gobierno con los chavistas y los independentistas no puede durar, mi hipótesis es que quería empezar cuanto antes para ir ganando tiempo de servicio, sabiendo que luego los plazos se van a acortar por detrás.

Ignacio Varela, que sabe tela, propone otra explicación: "Aparentemente, se teme una posible resolución del Supremo, a partir del día 6, que mantenga en prisión a Junqueras (aunque se le permita desplazarse a recoger el acta), ejecute la pena de inhabilitación que figura en la sentencia y pida al Parlamento Europeo la suspensión de la inmunidad (siguiendo la sugerencia de Luxemburgo). Ello estropearía el negocio político, haciendo inútiles los buenos oficios de la Abogacía". Está bien tirado, como suyo.

Tenga razón Varela o la tenga yo o la tengamos los dos o sólo a medias, las razones más profundas de las prisas de Pedro Sánchez son metafísicas. Se pregunta el poeta mexicano Alfredo Félix-Díaz que "al que no va a ninguna parte/ ¿de qué le sirven los caminos?". A quien sólo quiere llegar al precio que sea, sin importarle adónde, tampoco le sirven los caminos, sino los atajos, cuanto más tajantes mejor.

En las prisas de Pedro Sánchez, más que fijarnos en los detalles y en los procedimientos que vulnera o en las instituciones que fuerza, que también, conviene detectar el tic irremediable del que ha ido soltando lastre de principios y formas, y se conforma con el ejercicio nudo del poder. Más allá de su caso, que, por lo histriónico e impudoroso, resulta más transparente, es un símbolo de un sistema político que ya parece incapaz de asumir políticas a medio o largo plazo y que, en general, huye como alma que lleva el diablo (en lo económico, con la deuda; en lo político, con los pactos a cualquier precio; en lo social, con la falta de medidas de calado, etc.). Las prisas de Sánchez son muy interesantes de observar y de denunciar, pero más importante aún es entender la crisis nerviosa que se está apoderando de nuestras sociedades.

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