La azotea

Manolo / Fossati

El precio de los sueños

YA sabemos que somos pobres, que tenemos que trabajar, no ya para comer y vestirnos, sino para tener también todo lo otro imprescindible para ser humanos, como el ocio, la diversión, la cultura y los viajes, e incluso para tener la alegría de compartir. Lo sabemos todos los que hemos de acudir diariamente a nuestro quehacer. Igual que sabemos que nos gustaría no tener que hacerlo sino cuando nos apeteciera, y que soñamos, prácticos, con ser ricos. Pero ya no me hacen gracia los anuncios de la ONCE, el Euromillón, la Primitiva y los cientos de tentaciones de suerte que el Estado y la sociedad ponen ilusoriamente a nuestro alcance. Me repatea que diariamente nos recuerden lo bien que viven los millonarios y lo desgraciados que somos por no tener el yate, la mansión o el avión privado. Y más me duele en el alma que me va quedando que adornen todo con esa negación materialista de la vida: "No hay sueños baratos".

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