Queteresa Rodríguez certifique su ruptura con Pablo Iglesias con un vídeo tan tierno -como dos tortolitos que lo dejan- para a la vez criticar a Podemos por ser tan "masculina" y "de clase media", merece un Goya, porque en el fondo lo que le pone a los anticapitalistas, y más a los de clase media, es mirar al resto por encima del hombro, como representantes de la pureza de la izquierda. Predican tanto su catecismo, que el poder les da repelús. Y lo difícil no es ya que uno crea en lo que pregonan Teresa y Kichi, porque su honestidad está contrastada. Lo complicado será que les crean todos los que votan otras opciones, incluida Podemos, que competirá en su mismo espacio a cara de perro desde ya.

Vivir de la imagen, los símbolos y el discurso por la justicia social es algo más sencillo que gobernar. Y no en vano, cuando lo han tenido a huevo, se han bajado a la primera, para permanecer en la zona de confort que les permite, desde el fondo sur, ejercer como auténtica conciencia de la izquierda. Los días más felices de Rodríguez los vivió con sus implacables dardos contra Susana Díaz. Le aplaudían hasta desde el PP. Pero gobernar también es mancharse, y aceptar la coalición con Pedro Sánchez requiere pringarse. Así es la política. Y ella, tan dogmática, por ahí no pasa, ahora que podían cambiar las cosas para su gente, con mando en plaza en Madrid. Entre sus leales, algunos piensan que le priva de la razón un puntito de vanidad. Pero seguirán sus pasos aunque no sepan bien adónde ni como, y aunque muchos de sus votantes le dieran la espalda en las urnas. Teresa no aclara si ésta será su última legislatura. Y no parece, porque anuncia un nuevo sujeto andaluz -la palabra partido no cabe en su ideario- a la izquierda del PSOE, que en tres años no podrá implantar. Su talento y su carisma son innegables. Pero tendrá que demostrar que es más inteligente que todo el arco parlamentario. Y si no es fácil entender qué son los anticapitalistas -¿de qué pasta especial están hechos?- sumarle el apellido nacionalistas ya es rizar el rizo. Puede, pese a todo, que hasta triunfe contra Podemos e IU en Cádiz y Sevilla, pero a costa de una mayor división de la izquierda que, por cierto, sólo beneficia directamente al centro derecha.

Kichi la sigue a pies juntilla porque, en su opinión, no se puede gobernar con un partido que ha sido parte del problema: el PSOE. Como ellos no saben muy bien qué hacer lejos del griterío y la pancarta, los anticapitalistas preferían apoyar a Sánchez sin entrar en el Gobierno. Pero Pablo Iglesias no iba a dejar pasar su último tren, para de paso regalarle todo el terreno a los socialistas. Kichi y Teresa seguirán donde siempre, en su mundo ideal. Ni siquiera cuando se presentó al frente de Por Cádiz sí Se Puede, el alcalde militó en Podemos. Y al igual que ella, entiende que el ciclo que se inició el 15-M concluyó. Hace mucho que ambos ya pensaban en otro sujeto que conecte con la gente. Máxime, porque los problemas de la gente siguen ahí, al caer los nuevos partidos en los errores de la vieja política, los personalismos, las broncas entre familias... Ahora reniegan de la formación que les dio proyección porque no terminan de comprender que, nada más tocar el poder, sus colegas se hayan metido en los despachos para olvidarse de pisar la calle. Consideran que, en parte, traicionan a la gente. Pero olvidan que para cambiar las cosas no basta con predicar eternamente.

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