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Tribuna libre

Juan Antonio Villarreal

El pintor de la música

ACABA de concluir la exposición dedicada a nuestro paisano Enrique Ochoa, que se inauguró en Aranjuez el pasado 8 de enero en la sala 'Espacio para el Arte' de Caja Madrid. El título de la muestra era textualmente: 'Enrique Ochoa, el pintor de la música (1891-1978) De la ilustración a la plástica visual'.

Como dice en su prólogo el abultado catálogo, de casi ciento cincuenta páginas, editado para la ocasión: "Se trata de un magnífico recorrido por la vida y obra de este "Hijo Predilecto de El Puerto de Santa María" a través de más de 63 obras, entre ilustraciones, óleos, acuarelas y carboncillos. Es sin duda, Ochoa, una de las referencias de la ilustración española del primer cuarto del Siglo XX y precursor de muchas tendencias pictóricas que se desarrollarían posteriormente".

El catálogo, que podría haberse mejorado bastante con otra maquetación y una mejor distribución de las ilustraciones, cuenta con la colaboración de diversos expertos, tanto en arte como en la biografía del autor, lo que lo convierte en un verdadero manual para acercarse a la vida y la obra del pintor portuense.

Y así, encontramos estudios y trabajos sobre el lugar de Ochoa en la historia del arte, su relación con la novela, con la ilustración gráfica o con el mundo de la música, como muy bien pone de manifiesto el título, ya mencionado, de la exposición.

Entre los nombres de los autores cabe mencionar a José Francisco Estévez (nieto del pintor y comisario de la exposición), los escritores y críticos de arte Juan Manuel Bonet, Felio Bauzá y José Bauzá y al también crítico de arte y pintor portuense Francisco M. Arniz Sanz, que colabora en el mencionado catálogo con dos estudios, uno sobre la biografía del autor y otro sobre su relación con el mundo de la ilustración gráfica.

Ha sido, en suma, de una magnífica oportunidad para conocer a un extraordinario pintor o para profundizar en algunos aspectos de su producción pictórica menos conocidos. Acercarse a su faceta de ilustrador de publicaciones de tanto prestigio como los veintidós volúmenes de las obras completas de Rubén Darío, o los más de quince años en los que ilustró las páginas de revistas tan conocidas en la época como La Esfera, Nuevo Mundo o Blanco y Negro.

A propósito de esto, otro ilustre paisano, Rafael Alberti escribía: "Había otro dibujante muy personal, nacido en El Puerto de Santa María, Ochoa, especializado en cabezas muy melancólicas de mujer. Aquellas ilustraciones, pasadas por nosotros en las páginas de 'Blanco y Negro', se me figuran hoy como la imagen feliz de toda aquella época". Y, en esta misma línea, aunque refiriéndose en esta ocasión a sus retratos femeninos, Juan M. Bonet afirma: "Hay un tipo de mujer Ochoa, como hay un tipo de mujer Julio Romero de Torres".

"Yo afirmo que los ojos también pueden escuchar". Con esta rotunda declaración Enrique Ochoa ponía de manifiesto su estrecha relación con el mundo de la música, otros de los aspectos que se destacan en esta exposición de un pintor especial, distinto que admiraba a Chopin, que vivió durante un tiempo en la cartuja de Valldemosa, la misma en la que pasó parte de su vida el pianista y que reflejaba en los colores de su paleta cada acorde, cada nota musical para transmitir "una intuición imposible de explicar".

El catálogo se completa con una relación de algunas de las numerosísimas exposiciones que se realizaron, tanto en vida del pintor como después de su fallecimiento, así como lo premios y reconocimientos que recayeron en su persona. Sin olvidar la nómina de museos y colecciones que cuentan con alguna obra de Ochoa y una bibliografía para quienes deseen profundizar en la vida y en la obra del artista.

Es una pena que esta exposición no haya tenido más repercusión en los medios locales y provinciales y haya quedado reducida al ámbito de los más, llamémosles, expertos. Quizás habría sido una excusa perfecta para acercarnos a la bella y monumental villa de Aranjuez y disfrutar doblemente del viaje: por la ciudad y por la obra pictórica de Enrique Ochoa.

Un pintor, hijo predilecto de El Puerto, ciudad en la que nació y en la que reposan sus restos, como él mismo deseaba, vuelve a hacerse presente, gracias a esta exposición, y a llenar con sus trazos y colores nuestras pupilas de luz, de armonía y de plasticidad. Es el gran privilegio de los artistas: permanecer vivos a través de su obra, para recordarnos que, una vez, existieron, que fueron de carne y hueso y que intentaron, a través de su obra, dejarnos constancia de su inspiración creadora.

En este mismo Diario escribía Montero Galvache con motivo del fallecimiento de Ochoa:

Ya son uno los azules

del Puerto y de Valldemosa.

Su sol azul para oír

El alma de Enrique Ochoa.

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