Esta semana se ha podido leer en algún digital un estudio que aseguraba que, a la hora de disfrutar de unas vacaciones, da igual pillar ocho días que treinta porque estaba demostrado que a partir del noveno día los beneficios del descanso no son tales, de forma que parece mejor descansar varias veces al año, en periodos semanales, que darse ese atracón mensual en el que al décimo día te sientes igual de mal que el trigésimo. La primera impresión tras leer la noticia es pensar que igual el estudio tiene razón, que las cosas buenas en pequeñas dosis y repetidas pueden ser más saludables. Pero después, cuando se recapacita un poco, salta la desconfianza y la mosca empieza a zumbar tras la oreja tratando de descubrir qué organización empresarial ha podido encargar un estudio de tal bondad que pone en peligro este estupendo logro laboral. Por si acaso, vamos a quedarnos con los treinta días. Con permiso, claro.