No sé si lo que voy a escribir es una queja, una denuncia o la expresión de una desolación. Desde luego no parece un tema trascendente, pero a lo mejor sí. Hacía tiempo que no lo vivía, pero ocurrió hace un par de domingos. En un cine de una población de la Bahía viví todos los horrores que me represento como temor antes de entrar en una sala. Mucha gente entró a destiempo, una vez comenzada la película, muchos con el móvil como linterna y todos con las manos ocupadas, palomitas y refresco, ya saben; durante la proyección, señoras y señores de todas las edades y condición (supongo), solteros y casados, intercambiaban comentarios en voz alta sobre lo que evidentemente estaba pasando en la pantalla, incluso dirigiéndose supuestas gracias de una fila a otra; el diálogo del film no era especialmente profundo, pero muchos se mostraban incapaces de atender. La salida la hicimos pisoteando cartones, palomitas y vasos de plástico.

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