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La parejita sostenible

Cortar por lo sano, cuando lo sano es de otro o (todavía peor) cuando lo sano es otro, no parece la mejor opción

Una amable lectora me advierte que el príncipe Harry ha hecho por el ecologismo algo más que hablar descalzo en un resort de lujo, llamado, eso sí, "Verdura", que es un nombre bien vegano. O no lo ha hecho. O no lo va a hacer. Ha declarado, en fin, estar dispuesto a no tener más de dos hijos para evitar la contribución al calentamiento planetario que implica un tercer bebé.

La noticia me ha caído como un jarro de agua fría. No por Megan y Harry. Por nosotros: tenemos solamente dos hijos y tardamos dos lustros en tenerlos. Hasta ahora hemos llevado con estoicismo las felicitaciones por haber "disfrutado del matrimonio" y con ascetismo las alegrías que nos hacen por haber logrado la parejita, niña y niño, qué paritario (si a mis felicitadores les perdona la ideología de género, que esa es otra en la que no me meto). A nosotros nos hubiesen gustado más hijos y mucho antes. Pero la mujer y el hombre proponen y Dios, con un humor bastante socarrón, dispone.

Pero sería demasiada gracia hasta para la Providencia que ahora empiecen a felicitarnos por nuestro compromiso ecológico. Y por lo concienciados con el problema de los casquetes polares que hemos estado a la hora de planificar nuestra prole. Con eso ya se me helará la fría sonrisa.

Porque no hay evidencia científica que demuestre que el tercer o el cuarto o el quinto hijo arruinan el planeta. Puede ser todo lo contrario. Imaginen que el tercer niño del príncipe Harry saca la inteligencia de algún salto genético y descubre una nueva fuente de energía ecológica y, aún más sorprendentemente, eficaz. Ese niño, que tenía todos los dogmas ecologistas en contra, habría revolucionado el mundo. Eso ha pasado a menudo en multitud de áreas artísticas, científicas y sociales, porque un nuevo ser humano es un regalo para el universo y puede transformarlo a base de inteligencia y creatividad.

Incluso si no es el caso y sale un niño de lo más mediocre, un príncipe del montón o un empecinado columnista, también tiene derecho a la existencia. Cortar por lo sano, cuando lo sano es de otro o (todavía peor) cuando lo sano es otro, no parece la mejor opción para salvar el planeta ni nada. Antes de dejar de tener un hijo, yo, de ser el príncipe Harry, dejaría de coger aviones de aquí para allá para hablar contra el cambio climático, y veranearía en los jardines de su casa, que malos no son, seguro. Las conferencias las podría dar otro.

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