La esquina

josé / aguilar

La paradoja Sánchez

LA gran paradoja del 20-D es que los españoles han puesto la estabilidad del país en manos del partido más inestable. Sin haber ganado las elecciones, más bien al contrario, la formación de un gobierno mínimamente duradero depende de la formación política que más dudas tiene sobre qué hacer y encabezada por el líder más cuestionado de todos entre los suyos. Una centralidad contradictoria y frágil.

Se trata de un líder, Pedro Sánchez, cuya máxima prioridad es seguir siéndolo. Se siente, con razón, impugnado por sus compañeros más poderosos -o sea, sus peores enemigos- y entiende que su única posibilidad de supervivencia consiste en explotar en su beneficio esa insospechada centralidad socialista.

¿Cómo? Actuando de tal forma que ningún barón, o baronesa, pueda precipitar su caída. Hay que preguntarse, sin embargo, si existe realmente esa forma. Por un lado, él mismo y todo el comité federal del PSOE han cerrado la puerta a cualquier pacto de investidura o de legislatura que consagre a Rajoy en la Moncloa o a otro diputado del Partido Popular, la fuerza más votada. Han renunciado así a los hipotéticos dividendos de una aportación responsable y patriótica a la salida de la crisis.

Esta vía se ha atorado, pues. Pero es que la otra no deja de ser una ensoñación de Sánchez. Por más que viaje a Portugal y pretenda aplicar aquí mecánicamente el silogismo más primario (segunda, tercera y cuarta fuerza política unidas para desbancar a la primera), todavía no ha explicado cómo piensa articular la gran coalición progresista que le hará presidente.

No lo ha explicado porque no puede explicarlo. Ni en Portugal el Bloco y el PC propugnan referéndums territoriales, ni en España Podemos va a aparcar de su programa el troceamiento de la soberanía nacional -y menos con otra campaña electoral en Cataluña: si quisieran, Colau no les dejaría-, ni serían suficientes los 159 votos de PSOE y Podemos frente a los 163 de PP y Ciudadanos para la investidura de Sánchez, ni Sánchez está en condiciones de granjearse el respaldo de Esquerra, Convergencia o Bildu (por cierto, ¿qué tienen de progresistas estos partidos?). Y todo para ofrecer a los catalanes un referéndum que el PP vetará con su mayoría en el Senado. Imposible de cabo a rabo.

Tercera salida: provocar nuevas elecciones generales. Es la más probable a día de hoy. Y sólo una demora en el fin de Sánchez.

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