Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Un país

Llegará el momento en el que habrá que hacerse muchas preguntas y exigir muchas responsabilidades

Vivo en un país que ayer superó a China en número de muertos por la pandemia. Vivo en un país que no es capaz de suministrar a sus médicos y a su personal sanitario mascarillas y batas suficientes para evitar contagiarse en la epidemia más fuerte y devastadora a la que se ha tenido que hacer frente en siglos. Vivo en un país, en el extremo occidental del mar Mediterráneo, en el que un virus que pasó de animales a humanos en un remoto mercado de China está golpeando con tal violencia que es de los primeros del mundo -en el mundo hay unos doscientos países- en muertos y contagiados. Vivo en un país donde los ancianos se mueren en las residencias y hospitales a cientos y donde el Ejército tiene que hacerse cargo de los cadáveres. Vivo en un país de calles desiertas y con cuarenta y tantos millones de compatriotas soportando con ejemplar estoicismo un confinamiento que está poniendo a pruebas sus nervios y su capacidad de resistencia. Vivo en un país que asiste cada día al hundimiento de su sistema productivo, cuando apenas estaba levantando cabeza.

Cada mañana, cuando después de un sueño breve e intranquilo como seguro que es el suyo, abro los ojos, necesito unos segundos para hacerme consciente de que no despierto de un mal sueño y de que a media mañana me volveré a estremecer con las cifras de muertos, de hospitalizados y de contagiados. Que todo lo que hace apenas una docena de días era impensable se ha convertido en una realidad que no somos capaces de comprender, pero que condiciona hasta los aspectos más nimios de nuestra vida cotidiana. Una realidad de la que queremos escapar cuanto antes, aunque sabemos que lo que viene después no va a ser precisamente fácil. Pero alejar la enfermedad y la muerte es la tarea que, cada uno en su puesto, nos enfrasca ahora a todos.

Y, sin embargo, todos los días, en medio del caos que nos rodea se pueden encontrar motivos para la esperanza y para alimentar el convencimiento de que todo esto pasará. Lo vemos en la mirada de los médicos y sanitarios que cada día acuden a su trabajo sabiendo a lo que se van a enfrentar, en las imágenes de los militares montando hospitales de campaña o en las de cientos de personas que permanecen en sus casas tranquilos sabiendo que es su forma de parar esto.

Pero cuando todo esto pase será el momento de preguntarse muchas cosas, de exigir muchas explicaciones y de pedir muchas responsabilidades. Si como sociedad no somos capaces de hacerlo será que hemos desarrollado una patética capacidad para el suicidio.

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