La paguita

En el franquismo ya se consideraba que lo público era lo bueno y lo privado lo malo. Y ahora todavía más

Desde tiempo inmemorial, Cádiz ha sido una ciudad anticipada a los tiempos. El talento ha estado presente con grandes aplicaciones en otros siglos, y aún sigue en muchas actividades, la mayoría improductivas. Aquí se han inventado palabras que han sido aportaciones a la lengua española (véase El habla de Cádiz, del profesor Pedro Payán). Un ejemplo es el concepto de lo cursi, cuya historia es conocida, y que se inventó aquí, donde las finuras forzadas se toman a burla. También surgió aquí el concepto del pelotazo, que después aplicaron algunos espabilados a la política corrupta y a los negocios de fortuna fácil, pero cuyo verdadero origen está en el Carnaval. Si bien no es igual un pelotazo inmobiliario que el de una comparsa. Y otra aportación innegable, de plena vigencia, es la paguita.

Desde los tiempos de Franco el sueño dorado del gaditano era tener una paguita del Estado. Obsérvese el origen del asunto, que no es casual. En los tiempos de la Casa de la Contratación, el sueño dorado era conseguir el monopolio del comercio con América, para hacer los negocios desde el puerto de Cádiz. En el siglo XIX empezó la decadencia. Durante el franquismo, esta ciudad ya iba a menos, y la gente aspiraba a tener una paguita asegurada del sector público en sus diversas variantes. El franquismo creó el Instituto Nacional de Industria en 1941 para gestionar "el capitalismo de Estado" y la autarquía. Ya entonces se consideraba que lo público era lo bueno y lo privado era lo malo. Y ahora todavía más. El liberalismo siempre fue combatido por los autoritarios y los totalitarios.

Algunos empresarios no se han enterado de que los consideran unos delincuentes en potencia. Otros sí se han dado cuenta, y por eso no invierten, por más cantos de sirena que les lanzan desde la Zona Franca, que también depende del sector público. Los hay como Amancio Ortega, que traslada sus tiendas de Cádiz a San Fernando, a pesar de ser riquísimo. Nunca le pondrían una calle, como la que mantiene el Marqués del Real Tesoro, donde tendrá su sede el Museo del Carnaval. Aunque puede que le cambien el nombre y se la dediquen a un comparsista.

En los tiempos del coronavirus, los empresarios privados se han arruinado. Todo el mundo en general le pide una subvención, una paguita o una limosna al Estado. Se cumple así el ideal de todas las dictaduras (las de extrema derecha y las de extrema izquierda), que es tener bajo control a la gente, que vive o malvive gracias al Estado. Son como los papás del niño. Por eso en Cádiz la gente está al liquindoi, a ver. La paguita viene de un origen útil y profundo.

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