El Tiempo Un inesperado cambio: del calor a temperaturas bajas y lluvias en pocos días

Aún no sé calibrar ni cómo denominar la sensación que me producen los bonos descuentos financiados con dinero público para consumir en bares y restaurantes de la provincia. Lo primero que me vino a la cabeza fue la reacción contraria de tanta gente a los bonos culturales y las ayudas al alquiler de viviendas prometidos por el gobierno de Pedro Sánchez a los jóvenes. Estas ayudas fueron calificadas de electoralistas por muchos de los que ahora, seguro, acuden felices a las barras y mesas a ejercer el placer de beber y comer, actividades que al parecer se olvidaron de incluir en su lista los redactores de la Carta Universal de los Derechos Humanos.

Hay quienes se escandalizan por que se subvencione la posibilidad de tener una vivienda o la compra de videojuegos mientras aplauden que el dinero de todos impulse el castizo acto social o solitario de la ingesta de cañas y raciones. Se dirá que ayudar a la hostelería es sostener la creación de empleo, como si la construcción o la industria cultural no fueran fuente de riqueza y trabajo. Por cierto: podrían estar más vigilantes las autoridades de qué cantidad y calidad de empleo genera la hostelería con estos apoyos.

Para mí que estas reacciones retratan muy bien la importancia que la sociedad da a cada cosa, considerando sospechoso el fomento de la compra de libros y saludando con alborozo el abrazo gubernativo al tapeo en familia. También pone de manifiesto el doble rasero de cierta patronal que considera que una administración es intervencionista cuando quiere limitar el precio abusivo de los alquileres, pero no lo es si favorece según qué mercados.

Desde luego, hoy por hoy, es más ovacionado quien paga una tapa que quien invita a leer. En este país se han mandado históricamente muchos libros a la hoguera, pero el alcohol incluso se ha utilizado para alimentar el fuego. Partidario de lo público como bien de todos, defiendo que los gobiernos intervengan en socorro de quien lo necesite y como promotor de lo que antiguamente se conocía como desarrollo. Pero como observador de la realidad, me permito dudar, no de que la hostelería necesite un empujoncito después del azote de la pandemia, sino de que lo precise más que el teatro, por ejemplo. Si no, repárese en las colas ante las terrazas este pasado verano, con listas de espera incluso para tomar un café con media tostada, lo que hace presumir que la recuperación empezó a llegar para el sector mucho antes de los bonos descuentos.

Tal vez, la clave está en que un ensayo o un drama movilizan la máquina de pensar y la capacidad crítica, o al menos propician tal 'peligro', y en cambio el vino y las viandas llevan el riego sanguíneo a otros órganos corporales, bastante alejados del cerebro. Hay pocos placeres comparables al de una comida bien regada con amigos y familiares, pero entre ellos están sin duda la lectura, el teatro, el cine o el debate. Y sin embargo son, ustedes saben por qué, más 'sospechosos'.

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