Al punto

Juan Ojeda

El orden de los factores

ESTOY convencido de que muchos socialistas están bastante desalentados y desanimados por la errática trayectoria que Rodríguez Zapatero ha imprimido a su labor de gobierno, y por el desacierto que viene mostrando a la hora de plantear unas medidas, para reducir el déficit público que, en cuanto a alcanzar ese objetivo de ahorro, pueden ser consideradas necesarias globalmente pero que, en su detalle, en su elaboración y en su presentación, han supuesto un jarro de agua fría para quienes, dentro del PSOE, pensaban que nunca se traspasaría, con tal falta de finura, la barrera intangible de la defensa de las conquistas sociales. Muchos lo consideran una renuncia -obligada, o no, por las circunstancias- que los deja a los pies de los caballos y desprovistos de los argumentos más sólidos para quienes, sinceramente, han elegido la opción ideológica de la izquierda.

Se sienten desarmados porque saben que, en momentos de crisis, resulta más difícil de explicar que las soluciones, suponiendo que lo sean, se apliquen primero a quienes menos tienen, porque, a la hora de recortar es más fácil y rápido aplicar la tijera en los sueldos de los empleados públicos -la mayoría de los cuales son poco más que mileuristas- y meter en el congelador lo que perciben los pensionistas.

Es cierto que algo había que hacer, sobre todo porque, de no haberse atendido las exigencias de la Unión Europea en cuanto a la reducción del déficit, España se hubiera visto abocada a una complicada situación en los mercados internacionales, que nos hubiesen podido llevar a reacciones parecidas a las de Grecia. Pero sin entrar en el análisis sobre si éstas eran las mejores medidas, o se hubiese podido buscar otras alternativas, lo cierto es que el gran fallo ha sido el planteamiento. Porque el primer batacazo ha sido para los menos pudientes, mientras que para los que andan sobrados de recursos el Gobierno se mueve en una indefinición que unos achacan al miedo a enfrentarse con estamentos privilegiados y otros al desconocimiento de cómo se lleva a efecto un proceso de esta naturaleza.

Por ejemplo, si Zapatero hubiese anunciado, antes que la bajada de los sueldos a funcionarios y la congelación de las pensiones, impuestos especiales para determinados niveles de renta, patrimonio o beneficios empresariales y financieros, habría tenido una mayor legitimación, suponiendo que eso no hubiese sido suficiente, para ampliar las medidas a las clases menos pudientes. Pero lo ha hecho al revés, primero los pobres y luego, ya veremos, pagarán los ricos. O sea, un desastre de estrategia, y ocurre que, en política, el orden de los factores sí altera el producto.

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