El Palillero

José Joaquín / león

El obstáculo independentista

EL gran problema que plantea el independentismo de Cataluña no es que un sector de hinchas del Barça agite banderas estrelladas o silbe el himno de España en la finl de la Copa del Rey. Lo peor es que los partidos que gobiernan en la Generalitat catalana funcionan como antisistema, pero están dentro del Estado. Eso se ha sufrido en el Congreso de los Diputados. Tras las elecciones del 20-D, había nueve diputados de ERC y ocho de DL (la antigua Convergencia). A los que se añadían dos independentistas vascos de Bildu. Es decir, 19 votos que no contaban para que el PP o el PSOE pudieran pactar una mayoría de Gobierno sin que chirriaran sus estructuras. Pero que, por el contrario, contaban para no alcanzarla.

El independentismo catalán plantea un problema grave para el resto de España. No sólo por la hoja de ruta secesionista que intentan llevar a cabo Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y demás. Tras el nuevo escenario del 20-D, también se han convertido en un obstáculo añadido para la formación del Gobierno estatal. Cataluña representa en torno al 16% de la población española. Tiene un peso específico que es importante. Cuenta con 47 escaños en el Congreso, de los que sólo consiguieron 18 entre PSOE, PP y Ciudadanos.

En otros tiempos, cuando el nacionalismo catalán de Jordi Pujol no pedía la independencia, lo utilizaban en su beneficio, pero también posibilitaron la gobernabilidad de España. Sin entrar en un Gobierno de coalición, CiU apoyó al PSOE de Felipe González en 1993 para darle la mayoría. Lo mismo hizo en 1996 con el PP de Aznar, tras el pacto del Majestic, en el que también se incluían el PNV y CC. Eran otros tiempos, en los que buscaban prebendas, que perdieron en el siglo XXI con las mayorías absolutas del PP y el PSOE.

Así se ha llegado al escenario contrario. Por decirlo en plan burro: sería más fácil formar un Gobierno en España si Cataluña obtuviera la independencia. Porque esos escaños no estarían bloqueados por los independentistas. Lo que en la década de los 90 fue la solución (acuerdos con la CiU de Jordi Pujol) es ahora el problema.

Ni el PP ni el PSOE van a pactar con Puigdemont y Junqueras, que se han erigido en los nuevos amos del catalanismo. A ese condicionante se ha sumado que Podemos, con sus satélites de En Comú, fue la primera fuerza de Cataluña con 12 escaños. Todo eso no se puede olvidar a la hora de alcanzar un pacto de Estado que permita gobernar después del 26 de junio.

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